sábado, 4 de julio de 2009

"Todo por una lágrima..."

"Voy a llorar sin prisa. voy a llorar hasta olvidar el llanto y lograr la sonrisa"
Sara De Ibáñez.


Soy una persona muy susceptible y con los sentimientos a flor de piel…Soy muy transparente en mis emociones y me resulta difícil ocultar cómo me siento o lo que estoy pensando. Y como siempre, escribir es mi mejor terapia. Y es que, si nuestra mirada es el reflejo de nuestra alma, entonces nuestras lágrimas son lo más profundo de nuestro ser.

Una lágrima puede ser tantas cosas y significar tanto, pues como dijo Khalil Gibrán:
"Debe haber algo extrañamente sagrado en la sal: está en nuestras lágrimas y en el mar."

Posiblemente es lo salado de la vida lo que provoca nuestras lágrimas, que éstas, toman ese sabor. O es que simplemente a veces, nos es complicado ver lo dulce que puede ser la vida…
En mi caso, como soy una persona sensible me es tan fácil pasar de un estado de alegría y entusiasmo a otro de sentimentalismo y está bien… Al fin y al cabo soy libra, indecisa e inestable y por eso, necesito ponerme constantemente en orden y en equilibrio emocional.

Es raro como es que un lágrima aunque es “agua”, nos deja esa sensación de estar secos después de derramar una tras otra…¿será la sal?... Otra vez la sal… Somos seres compuestos 60% de agua, así que por mucho que lloremos, por mucho que podamos sentir que nos estamos secando, siempre queda una lágrima más por derramar. Si hiciera(mos) una lista de todas las que hemos vertido, seguro no acabaría(mos)… Sin embargo, hay muchas que nos marcan, que nunca olvidaremos pues significan demasiado…

Hay un poema que dice que una lágrima es un adiós de lo que nuestros ojos vieron antes. Es verdad, pues ante la presencia de la sal en nuestra mirada, las imágenes serán nubladas. Todo cambia después de llorar. Nos comenzamos a cuestionar por qué. Nuestras emociones se modifican. Nuestros sentimientos se expresan, y sobre todo: nos damos cuenta de que somos seres humanos y que nosotros hemos cambiado.

Es interesante darse cuenta cómo es que llorar, fue nuestra primera manera de expresarnos, así pedíamos alimento, llamábamos la atención de nuestros padres y les informábamos que algo nos molestaba. Crecimos, y aprendimos a llorar por capricho, por necedad, para ver si así conseguíamos lo que “tanto” queríamos en ese momento.

Pero seguimos creciendo, y descubrimos que podíamos llorar por otras cosas, no sólo por nosotros, sino por los demás. Por todo lo que nos rodea, por las injusticias, por el prójimo y sin entender, lloramos también por los que fuimos perdiendo en el camino…creo que éstas son las que más nos han enseñado y las que más duelen.

Como mujeres, nos damos cuenta de que llorar es parte de nosotros, pero que los hombres no son ajenos a ellas. Y como personas, aprendimos que vale lo mismo una lágrima de un niño o de un anciano, de un joven o de un adulto, pues aunque lloremos de alegría o de tristeza, también podemos llorar de dolor. Esas lágrimas expresan lo más profundo de nosotros, y de alguna manera, van diluyendo el daño, nos van reconfortando con el tiempo.

Estaría de más explicar que nuestras lágrimas no nacen en nuestros ojos, pues sabemos que surgen de nuestras emociones, de lo que sentimos. Yo por ejemplo, (seguramente como muchos otros), lloro de coraje, de impotencia, y sobre todo de miedo. Sí, de miedo… de ese sentimiento que viene de adentro, inexplicablemente te recorre el cuerpo, cosquillea en tu estómago, se atora en tu garganta, quema tus parpados y explota en tus ojos.
Las lagrimas, comienzan por dentro, pero no se detienen en nuestros ojos…Recorren nuestras mejillas cayendo en nuestro pecho, justo ahí, cerca de nuestro corazón, para recordarnos que sentimos, para hacernos más blandos y más comprensivos. Y para enseñarnos que pese a la sal que contienen, ésta sal no lastima, nos fortalece.