martes, 25 de enero de 2011

Quiero ser Presidenta...

Por Mireya Cerrillo.

Hace unos días que una idea loca me ronda el entrecejo. En medio de éste breve balance en el que me encuentro a poco tiempo de empezar mi último semestre de universidad, mil ideas rondan mi cabeza.

Primero, trato de descifrar mis sentimientos al respecto, es decir, estoy emocionada por concluir mis estudios universitarios, por terminar esta fase de mi vida y mi ciclo en Barcelona. Por otro lado, tengo miedo a despedirme de la gente que aquí he conocido y a mis reacciones cuando ese momento llegue: decir adiós a algunos y hasta luego a otros. La nostalgia comienza a invadirme…

Comienzo a desentramar los momentos y las decisiones que me han traído hasta aquí. Trato de unir las piezas del rompecabezas que ha sido mi vida. Quiero saber para entender, y sobre todo, me obsesiona conocer mi pasado para poder preparar mi futuro.

Una idea loca ocupa mi atención últimamente… Cuando era pequeña dábamos cualquier respuesta a la pregunta: ¿Qué quieres ser cuando seas grande? Y es ahora, a mis casi 25 años que puedo dar la respuesta que nunca di cuando era niña. Quiero ser presidente. Sí, me encantaría ser la Primera Mujer Presidenta de México. Unos pueden reírse y pensar que eso es imposible, pero yo que soy muy indecisa, nunca había estado tan segura de algo que quiero y hoy veo tangible.

Tal vez no cuente en éste momento con un Partido Político que acoja mis ideas, y tampoco tengo los medios ni los contactos que me acerquen a la posibilidad de ser electa. Pero tengo las ganas. Y más que un sueño, es una meta por la que trabajaré para poder alcanzar.

Es posible que sólo sea una fiebre, pero me gusta que ésta idea caliente mi cerebro y me aliente a seguir adelante, a prepararme y a buscar la manera de servir a mi País. Tengo ideas que estoy segura se pueden aplicar en México. Soy consciente de lo que busco y lo que quiero, pero a mí me enseñaron que no hay imposibles. Que las oportunidades no llegan, se buscan. Y sobre todo, que está bien tener sueños que el resto considere imposibles, porque es probable que nadie más los tenga, y los que los tengan, no serán competencia, sino una posibilidad de trabajar juntos. Me enseñaron que no importa tener sueños altos, pues seguro es, que en alguna estrella quedaré. Así que mientras más alta sea, más brillante.

Hay muchas maneras de presidir, de dirigir y de ser…Y hoy, firmo la sentencia: la Gloria volverá a México, es hora de que los mexicanos recordemos cuánto valemos: la Gloria de un pasado asombroso, de una historia única, de un presente que no sabemos cómo sortear y de un futuro incierto pero esperanzador.

Mi nombre es Gloria Mireya Cerrillo Romero y voy a ser la Primera Mujer Presidenta de México.


jueves, 6 de enero de 2011

Define Ilusión...


Por Mireya Cerrillo

Nada define mejor ésta palabra que éste día en específico… Recuerdo con especial amor, las noches del 5 de Enero en las que impaciente por el día siguiente, mis padres hacían hasta lo imposible por enviarme a dormir. Una vez en descanso, entre sueños juraba escuchar en el techo de mi casa a tres animales: un elefante, un caballo y un camello. Me gustaba creer que en realidad tres estrellas en el cielo vigilaban mi comportamiento. Me encantaba dejarles un vaso de leche y galletas para que ellos, pudieran seguir adelante. Me deleitaba escribiendo con detalle mi carta a los Reyes Magos, que año con año tendría respuesta de alguno de ellos diciendo que estaban orgullosos de mí y mis resultados académicos y las cosas que podría mejorar. Cada carta empezaba igual, “sé que no me he portado bien, pero estudio mucho…”, “sé que somos muchos niños, peros sólo quiero pedir…”, y terminaba con el más tierno, puro y sincero: “los quiere mucho…”. Me fascinaba la idea de poder enviar mis deseos atados a un globo, que llegaría al cielo y que ellos se encargarían de leer y hacer realidad. Amaba limpiar mi zapato y ponerlo junto al árbol, ahí cerquita del Nacimiento y escondidos por toda mi casa, encontraría mis regalos.

No sé si fueron reyes, padres o algún hermano que a colación trajeron sueños y lindos deseos. Siempre llenos de amor, de cariño y de magia. Sí, magia por hacer perdurar una tradición, magia al ver mi sonrisa el 6 de enero. Magia e ilusión que hicieron de mi infancia, una etapa feliz y completa.

A mí siempre me fue bien el Día de Reyes, aunque no siempre me trajeron todo lo que pedía, siempre recibí cosas que aprecié, jugué y disfruté hasta el cansancio. Mi mejor Día de Reyes: recibir a “Bunny”, mi perrita Pastor Alemán. Otro: el barco pirata de los Play Mobil escondido en el patio, el teclado oculto entre las sabanas de mi cama, la bicicleta lila, mis patines rosas y los patines en línea para que mi hermano y yo patináramos juntos, los nenucos, los cabbage patch, el micro hornito, y por qué no: otro “…inche” jueguito de té, que cada año recibía. Los juegos de mesa que reunieron a mi familia y nos dieron entrañables instantes juntos, y más adelante, los juegos electrónicos y películas que si bien nos reunieron en torno a la tv, también fueron lindos momentos compartidos. El karaoke, los cds, la música que me hizo cantar, las pijamas que me mantuvieron abrigada hasta altas horas de la mañana disfrutando de mis regalos, los dulces, los chocolates. Todos y cada uno de los pequeños detalles y los grandes regalos que por años, me hicieron creer.

De acuerdo al diccionario de la RAE Ilusión es: esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo. Hoy, otra vez y como cada año, es Día de Reyes, las ilusiones de antaño están en mí como una semilla que éste día brota en mí en forma del más honesto y franco de los agradecimientos. Gracias porque en México las tradiciones como ésta, siguen aún latentes y vivas.

Este año no hubo cartas, ni globo, ni regalos, ni rosca, ni zapato con una sorpresa, pero los recuerdos de una niñez feliz, hacen que éste día sea como el de cada año, lleno de amor.

Ésta noche echaré de menos la tradicional rosca de reyes que reúne a mi familia cada año para compartir, además de un rico chocolate caliente, historias de reyes pasados, de deseos cumplidos y regalos frustrados. Día en el que mis sobrinitas nos recuerdan que Melchor, Gaspar y Baltasar sí existen, que es posible creer y que la ilusión y la magia de éste día, vive en cada uno de nosotros… Gracias a los Reyes de mi casa que cada día de mi vida, me hacen sentir toda una princesa. Gracias por la Magia. Los Quiero Mucho.


martes, 4 de enero de 2011

Con amor a mis abuelitos...


Por Mireya Cerrillo

Esta noche he tenido uno de los sueños más lindos. Más que sueños que evocan un deseo o una situación extraña, en realidad, eran recuerdos de una infancia feliz y llena de amor.

Sí, soñé con mis abuelitos, las personas que más admiro, respeto y quiero. Su amor siempre incondicional, la ternura que irradian sus miradas, la calidez que los hace seres únicos, la sabiduría detrás de sus palabras y la veracidad que esconden sus consejos hace sentirme afortunada.

Reviví en mi memoria tantos y todos bellos momentos de inocentes travesuras, tardes de juego y largas noches de conversación interminable. Me imaginé en las playas de Veracruz, esas que mi abuelito tenía miedo de nadar pero que recordaba como el rinconcito más querido de su existencia, con todo y diluvio de estrellas, palmera y esa mujer de Jalapa que siempre lo acompañó. Me vi recorriendo los callejones empinados de esa ciudad que vio crecer a mi abuelita: lluviosa, llena de flores y con una elegancia única.

Los inmortalicé en el malecón, ahí en el famoso café de los portales, bailando al son de la marimba, con el cielo estrellado, y al compás de las olas, siempre de la mano y eternamente enamorados.

Ellos son mis abuelitos, veracruzanos de corazón, poblanos por obligación, amados y respetados sin condición. De ellos aprendí a compartir, a sonreír, a no discutir y a escuchar de verdad. Con su ejemplo me enseñaron que el bienestar interior está en los pequeños detalles de la vida. En la sencillez de su persona se encuentra la excelsitud de la verdadera felicidad. Gracias a ellos, me di cuenta de las cosas que verdaderamente valen.

Jorge Romero Espinosa y Gloria Bello Benítez: Son mis “viejos”, la base de mi familia, la verdadera raíz de lo que soy y el deseo de lo que algún día espero ser. Un matrimonio ejemplar, de esos que cada día hay menos. Padres de 9 hijos, abuelitos de 23 nietos y bisabuelitos de 7 bisnietos (por contar a los más cercanos). Son la cabeza de esa gran familia que mi abuelito siempre soñó y mi abuelita supo sacar adelante.

Hoy alguien me dijo: “Recuerda a tu abuelito con amor, sin extrañarlo ni con nostalgia…” Y es así como lo recuerdo, de la única manera que sé y puedo recordarlo: con amor, no con nostalgia de algo que ya no puede ser, sino con la paz interior que trae evocar hermosos recuerdos juntos. Si bien echo de menos nuestras conversaciones, siempre admiraré la persona que fue y que sigue siendo en cada uno de nosotros.

No me queda más que agradecer a la vida la dicha de tenerlos en mi vida. El honor que supone ser su nieta, y el orgullo que siento cada vez que pienso en ellos. Gracias por su existencia, gracias por su presencia y por dejar en mí, lo más dulce de su esencia.