jueves, 30 de octubre de 2014

Día de muertos vivientes y de vivos que andan muertos...





Por Mireya Cerrillo.
 
La tradición más representativa de la cultura mexicana es el Día de Muertos: una fiesta para los difuntos, un agasajo para los vivos, una ofrenda de tradición, folclor e ilusión para los desesperanzados.
Celebramos la muerte con la sátira que pretende burlarla en vida, le escribimos poesía imaginando mil maneras de morir. Le hacemos un pan que asemeja los huesos de la flaca para endulzar la pena pues creemos que por unos días los  muertos vienen a convivir entre nosotros. Al parecer tenemos la fórmula para marcar con luces, aromas y flores el fugaz camino de regreso al mundo de los vivos. Más ¿cómo dar vida a los vivos que andan medio muertos?.
¿Qué manjar será suficiente para degustar con ganas los sinsabores de la vida? ¿Cuántas flores serán necesarias para marcar el sendero de regreso a la luz? ¿Cuántas velas  para iluminar el oscuro andar de los abatidos?
No hay suficientes calaveras de azúcar que mitiguen el amargo sabor de una vida que se vive a medias. Un día que se vive con intensidad y diversión es el día de muertos que honra con alegría a todos los que estuvieron entre nosotros. Pasión por la vida y por la muerte.
La muerte como inicio de la vida. Un sepulcro para los que ya no están. Y Mientras nos visitan las almas, yo me siento desalmada. Mientras todos celebran la muerte, yo quisiera celebrar la vida. Pernoctamos por ellos y los volvemos a llorar. Nos duele su ausencia que es recuerdo y en el recuerdo es donde los volvemos a reencontrar.
La muerte va buscando a quien saludar, a algunos los roza, los asusta y los hace tremar, y a otros les da un beso que los acerca a su último lecho y nada más.
Busco a la muerte que dé un fin a mi pesar. Ofrendo mi alma si ella la quiere aceptar. Invítame a dormir en paz. Morir pues ya no hay más.  
Flores para nuestros muertos. Luz para los vivos que mueren día a día. Música para el silencio de los inocentes y plegarias para la voz de los cobardes.
Altares para los muertos vivientes y ofrendas para los vivos que andan medio muertos.


martes, 21 de octubre de 2014

Dolor...

"Quiero hacer dibujos que conmuevan a la gente. Dolor es un inicio [...] hay al menos algo que viene directamente de mi propio corazón." Van Gogh.

Por Mireya Cerrillo.

Hoy leí este soneto de Miguel de Unamuno:

Cállate, corazón, son tus pesares
de los que no deben decirse, deja
se pudran en tu seno; si te aqueja
un dolor de ti solo no acíbares
a los demás la paz de sus hogares
con importuno grito. Esa tu queja,
siendo egoísta como es, refleja
tu vanidad no más. Nunca separes
tu dolor del común dolor humano,
busca el íntimo aquel en que radica
la hermandad que te liga con tu hermano,
el que agranda la mente y no la achica;
solitario y carnal es siempre vano;
sólo el dolor común nos santifica.

Leo y releo tan hermoso poema tratando de entender y sólo puedo concluir que hace tiempo ya que no me siento bien y no estoy en mi mejor versión o en mi mejor momento. He perdido la esperanza en mí, en la gente y en los buenos sentimientos.
No creo en Dios. No creo en nada ni en nadie. No creo en el amor. Simplemente, no creo. Y la verdad es que tampoco quiero creer.
Si bien trato de acallarlo, hay una cosa que me duele: yo misma. Me duele el alma por la desesperanza. Me duele el cuerpo por el fastidio. Me duele el corazón pues está herido, deshabitado.
No me gusta esta parte de mí. No me gusta la pena o la congoja. No disfruto las lágrimas que no parecen cesar. No encuentro un motivo. No entiendo la razón. No te comprendo y ya no intentaré hacerlo.
“Sólo el dolor común nos santifica…” Lo demás es vano, no debe compartirse. Sin embargo, tenía que decírtelo pues aunque no pretendieras ser parte de mi dolor y digas que lo sientes…más lo siento yo.
Y aunque suene a novela o a un acto de masoquismo: “Ha sido un placer tener el corazón roto por ti”.