martes, 31 de octubre de 2017

Calaverita a Liz...


                         Por Mireya Cerrillo. 


Ella es Liz, tan llena de nostalgias
mas con una sonrisa sincera y feliz.
La Calaca la buscaba para una consulta: Quería saber sobre la psicología de la muerte. 
¿Final o inicio se cuestionaba?
Y Liz le dejó tareas para ayudarla.

La psique es algo complicado le explicaba.
Continuación de la vida tal vez...
Charlaban y debatían... y a ninguna conclusión llegaban.

La muerte se sentía confundida por su tarea de llevarse a quienes Liz más quería. Y Liz le argumentaba que esa era su misión de vida... por muy loco que sonara.

Esta vez no te quiero a ti por tus huesitos, le dijo claramente a la psicóloga.
Quiero recordarte que si bien, soy la complicada muerte... Tú ayudas a los vivos en el difícil camino a  reconocerse y por eso, aún no es momento de temerme.

Liz le preguntó por sus difuntos, y ella le dijo: "No temas. Descansan tranquilos. Te piensan, vigilan, guían, agradecen y aman."

Entre lágrimas de añoranza, la flaca le recordaba: "aquel que cura el alma, es más grande que aquel que sólo cura el cuerpo..." Así lo decía Jung... a quien la calva cariñosamente llamaba su amigo Gus...

¿Y por qué has venido a verme? dudaba Liz... Para recordarte quién soy y quién eres... 
Somos un fugaz momento... y tienes (im)pacientes a la vida renuentes... Me tientan en sus pensamientos y no es así cómo me los llevo... Por más fascinantes que sus ideas sean.

Hay una traviesa que me piensa más de lo que debe y realmente me seduce... 
Háblale de mí.
Que no se sienta indefensa. Recuérdale que estás tú para darle amor a manos llenas. Y que la vida en sí, corre por sus venas. 

Cuéntale que quizá me desea, que solo quiere conocerme, que no está peleada con la vida. Y que finalmente entiendo, somos complemento... Todo en su debido tiempo... ya vendré por ella cuando necesite quien redacte con belleza y amor mi esquela. Pues la quiero como yo: hecha con elegancia y cautela. 

Liz aún desorientada y sorprendida... Se atrevió a confesarle que sentía perdida su pasión por aquello de la psicología. Le agradecía la visita para recordarle que si bien, no sería pronto... a ella también se la llevaría. 

Entre risas La Calavera le dijo: aun no te quiero de retrato de ofrenda... Sino como tú eres: ¡Estupenda!.

Quedaron como amigas agradecidas por el encuentro.
La Chirrifusca se fue con su cerebro en su centro... Y Liz siguió con su labor de ser claridad para quienes no la sentían dentro. 

Mireya ese día pensó en ellas y les escribió esto. Un homenaje a la luz y la oscuridad de su mente...

Con cariño siempre...






lunes, 30 de octubre de 2017

La muerte y yo...




"Si quieres poder soportar la vida. Debes estar dispuesto a aceptar la muerte."

                                              Por Mireya Cerrillo.


Era domingo de descanso reparador.
Casi noche de muertos.
Noches de un raro resplandor en las que soplaba el viento como incitando a esos pensamientos de fin, que se quedaban en patéticos principios de calidad ruín.

 Mireya con perplejidad se preguntaba: ¿puede morir la muerte?
¿Quién la reemplazaría si así fuera
y quién dio vida a la muerte?

Los hombres reflexionaba, y esa necesidad de un antagónico. Ante el bien, debe haber mal, y ante la vida existe la muerte. Simple, no hay más.

Fuera como fuese: La muerte por alguna razón quizás extraña, le fascinaba.
No había intentado acercarse aún a ella. Pero cómo le llamaba: Seducirla, tentarla y pensarla la mantenía con la mente sin claridad y siempre ocupada.

La Calaca la visitaba en sueños con diferentes nombres y formas.
A veces era así encantadora: Con una belleza superior y alas como un ángel destructor, con mirada persuasiva y cuerpo castigador.
 Y otras era así: calva, risueña y esquelética. Graciosa, dentona y torpe. En esta versión no le parecía muy lista. Y quizá por eso no la tomaba tampoco en serio. Le parecía digna de una Calavera, pero jamás de un poema.
En cambio el ángel, era definitivamente un corrruptor sagaz, inspirador de esas cosas que ella llamaba: "sus letras"...

A decir verdad, con ninguno hablaba... Más de ambos se burlaba. Solo se miraban y mutuamemte se tentaban. Era un coqueteo del tipo: "yo iré a tí primero."
Y vendrás por mí porque así lo quiero. Bajo mis propios términos.

En esos silencios que mucho decían, cayó en la cuenta de que Mireya no buscaba al muerto ausente, sino aquel que en ella habitaba.
Recordó las palabras de Villoro: "el suicida ya está muerto antes de saltar."
Y ella sentía lanzarse al vacío constantemente...

Qué cosa tan intrigante eso de la muerte... Aquello de morir significaba no sentir, no sufrir. Terminar de ser. Y sin embargo: estar, sin vivir.

Quizá era sólo eso: un flirteo y un mútuo jugueteo... O tal vez era más: su más profundo deseo, y como tal, no descansaría hasta obtenerlo y hacerlo realidad:

Concluir mirándola a los ojos y decir: Aquí estoy. Aquí me tienes. Me rindo. He ganado. Yo llegué primero.
Abrázame y no me sueltes. Dame el beso último y llévame a ese lugar donde nada importa, nada afligue y nada tienes.

La Chirrifusca se reiría de mi probablemente, más el angel, sin decir más, me llevaría y finalmente hablaría: "No me iré.  No te dejo. Soy tuyo y eres mía.  Nos pertenecemos. Descansa y alcemos el vuelo..."


lunes, 23 de octubre de 2017

Amores breves....




Por Mireya Cerrillo.


Hace algunos años emprendí un viaje que me llevó a aprender la palabra: "nostalgia". En un principio la entendí como la añoranza por la distancia, por mi país y los míos. Hoy la vivo como la melancolía de los que se quedaron lejos pero que llevo conmigo siempre: por los amigos que se volvieron familia, los lugares que son recuerdos y los amores que se convirtieron en ayeres...
"La nostalgia no es lo que era..." Y la aflicción del amor primero tampoco: ¿Cómo te recuerdo ahora después de haberte querido tanto?... ¿Cómo te saludo después de tantos días de ausencia?... ¿Qué te digo hoy, cuando ya te dije: te quiero?... ¿Cómo es tu cuerpo después de haber desnudado tu mente?... ¿Y por qué me buscas ahora, y resuenas en mí?...

Todos tenemos ese amor secreto, intenso, y breve... que nos hará preguntarnos mil y una veces: ¿qué hubiera pasado si todo hubiera sido diferente...?
La respuesta es simple: no escribiría estas lineas y no sentiría las huellas de ese amor primero. 

¿Sabes? He amado un par de veces más después de ti. A cada uno en su especial momento y con todo este corazón que late con fuerza y con miedo. ¿Qué tienen en común Uds. tres?: Todos lejanos, todos ausentes. Me han dicho te quiero. Me han dicho te extraño... y se extinguieron de repente. Ninguno cree en el amor. Los tres se sienten decepcionados. Y yo he pagado las consecuencias de sus inseguridades y amores pasados y rotos. ¡Qué conveniente!

¡Y cuánto les he querido! ¡Y de qué manera me he entregado! Quizá por eso llevo un vacío en el pecho. De tantos quereres no correspondidos. Cargo un beso con sabor a silencio. Y un abrazo hueco y desocupado.

Los recuerdo en una ciudad para cada uno, tan diferentes y tan iguales. Con una tregua que evoca algarabías de nosotros, y tristezas aún plenas de escombros.

Escribía el poeta Fernando Celada: "Ausencia quiere decir olvido, decir tinieblas, decir jamás... Ausencia quiere decir nublado, pues no hay peor infierno que haberse amado..."

Gracias porque les debo lo que soy en el amor. Antepasados a mis ilusiones rotas y sonrisas huídas.
Son recuerdos en el viento...la dicha no conseguida... y el sin sentido a esa sed que por Uds. ardía. 

¿En dónde yacen mis profundos anhelos? En la incredulidad de que nos encontramos sin verdaderamente hallarnos.