domingo, 11 de febrero de 2018

Delirio del olvido...


"Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón." Jorge Luis Borges.


Es casi domingo y le escribo a la memoria porque le temo al olvido.
Me da pavor no recordar lo vivido, lo aprendido y el dulce sabor del amor al que tanto había huido.
Hago un repaso para saber si vivo: siento, soy, estoy y existo... Mas el conjunto de mis historias, tienden de un frágil hilo llamado extravío.
¿Y qué pasará si en un descuido pierdo todo aquello que guardo e intento revivir en cada evoco y respiro?
Siento nostalgia por las cosas que me rememoran el pasado no escrito, pues cuando intento describirlo, las palabras se evaporan y me veo llorando y me siento perdido.
¿Qué pasa por mi mente para advertir que desaparece lo más bello? Se vuelve todo tan breve, un instante, un suspiro.
Quizá exagero y simplemente está escondido, y esta vida me exige no caer en el delirio del olvido. 
Sí, quizá sea eso. Algo tan impreciso. Una reminiscencia que si bien me sabe a urgencia, me pide paciencia para conmemorar cada paso, cada vivencia.
¡Cuántos libros, cuántos viajes, cuántos sabores, cuántos amigos...! Busco el equilibrio a este ultraje retentivo.
Recordar: es como un desierto sediento de rocío. Y olvidar, es cortar flores cuando debes remover maleza. ¡Así, se siente mi cabeza!.
Diría Benedettí: "el olvido es un simulacro repleto de fantasmas...", "ánimas crueles" que se llevan los detalles de mis sueños, dejando cenizas de ellos en una melancolía donde no caben los recuerdos en una simple poesía.
Quizá sea el castigo de éste intelecto curioso, insaciable y solo: huérfano y abandonado.
Distraído y atroz: que como un amor cautivo, busca huellas y promesas, mas todo son laberintos sin aviso y sin voz.
Y entonces escribo a la presencia que me habita, al fuego del insomnio, y al verso escondido en el polvo de estrellas que me ilumina los poros de memoria.
Las cicatrices del dolor y la tristeza parecen inmunes al desprecio. Hay un naufragio en mi testa, un mar de amnesias que no controlan el vaivén de estas olas y busco refugio en el navío del olvido tardío que tanto ansío.
Todo esto son confesiones torpes de momentos y escombros... de palabras e instantes... de silencios y llanto... de alegrías y arrebatos... de residuos de noches de luna congeladas que en mí han quedado grabadas.
Las reliquias de mi ser se tornan lluvias de un "todavía" que indica recuerdos de mi reflexivo mundo. Colecciones de mi historia que hace eco en sus batallas, indicando simplemente: esperanza.
Me gusta sentirme poeta, pues de madrugada la consciencia se siente intacta en cada letra impresa. Ya que esto que escribo, entre el éxtasis de la memoria y el delirio del olvido, es lo único que se mantiene a pesar del frío del descuido. Esto, no fenece.
"Por donde se pasean el tiempo y la dulzura", escribiría Neruda: esto, permanece.