"Un vagabundo, un caballero, un soñador, un poeta, un hombre solo, siempre esperan al romance y la aventura" Charles Chaplin.
Por Mireya Cerrillo.
Pobre maldito
vagabundo.
Va perdido sin
hogar y sin fortuna.
Va sin rumbo
por el mundo,
con la compañía
de la luna.
No conoce las
delicias de la vida,
su vida a nadie
importa.
Sufre la miseria
de una pena:
la huella de un
lejano amor, su condena.
Su corazón
bohemio
le impide saber
quién es o a dónde va.
Despreciado por
ser vagabundo,
es dueño del
mundo en soledad eterna.
Errante hasta
el día que muera
camina llevando
en el alma una tragedia.
Lo mueve una
ilusión farsante
disfrazada de
comedia.
¿Dónde dormirá
esta noche el merodeador?
¿Dónde despertará
mañana el ser solitario?
Su canción
triste no conoce estación:
en primavera,
verano, otoño e invierno, lo llena la desolación.
Se esconde del
amor, rehúye a la vida.
Morirá vacío en
el engaño
de no sentirse
vivo,
de haber
transitado en efímera alegría.
Sin hogar fijo,
su único oficio
es la de escribir sin tregua.
Viaja y mendiga
con un periódico
viejo como cobijo.
Soñador de las
calles,
escribe poesía
en parques y cartones.
Su limosna es
un amor no correspondido,
que poco a poco
mata a su corazón roto y afligido.
En su sombrero
acumula las historias de su andar.
Hambrea pan, amor
y guerra.
Su abrigo y
zapatos rotos son las reliquias que le quedan,
son los
recuerdos que a su dolor mitigan.
Con su
harmónica toca otra afligida melodía,
en su mente
escribe otra historia desentendida.
Hace frío. Ésta
es su despedida.
Ausencia. Pena y
el sufrimiento de la melancolía.
Descansa. Sigue
viajando por otros mundos.
Este lugar ya
no es para ti.
Aquí todo es inmundo,
y tú precisas
ser feliz.