lunes, 28 de mayo de 2018

El nombre del amor...



Por Mireya Cerrillo.


Una entrada más sobre el amor, y yo que me prometí no darle tiempo ni espacio a eso y aquí estoy.
Hoy vi una película que está catalogada como comedia, no obstante, en la comedia está el romance. O viceversa... ¡Qué ironía!.
El caso es que me invitó a la reflexión que comparto ahora, pues si bien ha habido miles de autores que han intentado describir el amor, la definición que hasta ahora me gusta más es: "El amor es sólo una palabra hasta que alguien llega y le da un significado." (esta frase puede ser atribuida a Cohelo o a James Earl Jones en sus famosos libros de Christian Grey, ninguno de los dos mi autor preferido ni mucho menos). ¡Qué cosas!.
A pesar de ello, opino que es una afirmación verdadera. El amor puede ser tantas cosas, pero siempre nos evoca un nombre. O un momento compartido con alguien...
Y así es esto: para mí, el amor por mucho tiempo significó tú, y creo que hasta cierto punto lo sigue siendo, porque es imposible no ver la inicial de tu nombre, o rememorar algún instante o lugar sin que surjas tú en la ecuación. Tú en una frase, tú en una canción, tú en un símbolo, en una palabra, tú que en esta pequeña ciudad estás por todas lados, y quizá por eso prefiera el exilio o el encierro: para evitar verte. Pero es imposible, pues incluso mi casa me revive decenas de momentos juntos, o simplemente mi cuerpo me alude a ti. Algo tan íntimo y tan mío... ¿cómo puede ser?.  Y eso es lo que lo hace  tan triste y difícil. ¿Cómo "cambiarle el nombre al amor"?, ¿cómo quitarle tu significado?. Es complicado.
Hace poco me preguntaban: ¿cuánto tiempo dedicaré a este duelo?. No lo sé con exactitud, pero al menos dos cosas a lograr son importantes para decir: ¡sobreviví!. 
1. Quitarle tu nombre a mi concepto del amor.
2. Aprender a que tus palabras y ausencias ya no me duelan.
Y dicho sea de paso, añadir una 3a. Ponerle mi nombre y significado al amor. Algo aún más difícil.
Cuando eso suceda quizá esté lista para la siguiente catástrofe.
También alguien me dijo que recurro al pensamiento suicida para evadir mis momentos de frustración, pero que sé que no lo haría.
Quizá eso es lo que quisiéramos creer: que el suicidio es sólo un pensamiento de un momento y que se va a ir mañana, o en un rato, o con terapia. 
Pero no, la verdad es que la obscuridad y tormenta dentro de mi mente es muy fuerte cómo para poder controlarla con ver luz en todo cada día. Las sombras que se vuelven más negras, la incertidumbre que crece y la ofuscación que me impide ver lo vuelven todo muy ambiguo.
Hay una serie que se puso de moda, 13 reasons why... y al final de la 2a temporada hay un capítulo dedicado a: the reasons why not... Evidentemente habla sobre las razones para cometer y evitar el suicidio.
Y es que a pesar de las razones para no hacerlo... siempre ganan los 13 motivos.
Entendiendo que entre razones y motivos, existe la diferencia de la razón y la emoción, y e ahí donde pierdo claridad... ¡Qué pena no!.... 
Este es el nombre del amor: algo siempre con un mal final y trágico. Desde Psique y Cupido, Romeo y Julieta y hasta tú y yo: al final ella muere.

miércoles, 23 de mayo de 2018

El último adiós...

"Te digo adiós, y acaso con esta despedida, mi más hermoso sueño muere dentro de mi... Pero te digo adiós para toda la vida, aunque toda la vida siga pensando en ti." José Angel Buesa


Por Mireya Cerrillo.

Y me despedí, sabiendo que quería quedarme... Sin embargo, querer quedarse no es razón suficiente para permanecer. Ya lo dice aquella frase: "Es doloroso despedirte de alguien a quien no quieres dejar ir, pero es más doloroso pedirle que se quede cuando lo que quiere es irse."
Lo más triste para mi, ha sido que yo en realidad no tuve la oportunidad de decirte adiós, de verte una última vez para probablemente en ese momento, intentar convencerte del error que estabas cometiendo. Porque "mandar a alguien muy lejos", por teléfono o mensajes, no es precisamente la despedida que esperaría merecer después de tanto, y después de todo.
He sido una necia tantas veces, he detenido mi impulso a escribirte o buscarte en diversas ocasiones desde entonces, y ahora temo el día en el que en esta ciudad coincidamos nuevamente.
Has sido un egoísta y un terco, pues sólo crees la verdad que te venden y no la que te explican con evidencias.
Hemos sido unos idiotas por querer intentarlo y seguir adelante cuando ni siquiera debimos hacer esa estúpida promesa de "un día a la vez", pretendiendo escribir "un para siempre".
Quizá es cierto que nos idealizamos demasiado, más, ¡qué irónico! que lo que más te gustaba de mí, sea lo que ahora detestas: mi carácter fuerte, mi inteligencia, mi veracidad y tenacidad.
Y si bien disfruté y gocé tu presencia, tanto que me acostumbré a que me doliera menos con cada ausencia, tal vez por eso, aquí te quedas de algún modo.
De algún modo que no puedo ni quiero volver a pensar en el amor o enamorarme o permitirle a alguien entrar en mi vida de la manera que lo hice contigo. Eso ¡jamás!.
Te quedas en la letra de un brazalete, en las cenizas de aquellos bellos mensajes, en las fotos y vídeos donde actuábamos como idiotas, en la arena de aquella playa, en el vídeo en el que te profesé mi amor desde cada rincón de mi mundo conocido. En nuestro idioma, en los cafés y las donas, y en las sábanas de aquél motel o nuestra cama. Y sobre todo, en ese rincón de mi corazón que se ha quedado seco, agrio y enojado.
Te quedas en mi cabeza haciendo eco de momentos que eran dulces e íntimos y ahora sólo son malditos recuerdos que traicionan mi capacidad de amar y sentirme amada.
Te quedas de tantas maneras, que me había tomado estos meses de silencio para  hasta ahora escribir el último Adiós.



Es la última vez que te escribo, que te dedico un espacio o un momento. ADIÓS. Fui de ti pero ya no. Me duele y me resigno, pero me voy para siempre...