Por Mireya Cerrillo.
Fue un Noviembre cuando nos despedimos, un adiós insoportable que se ha prolongado en el tiempo. Un eterno hasta luego como tu descanso. Un te quiero y un silencio que se rompió con el llanto de tu partida.
Era un miércoles, o quizás martes o jueves, ya no sé. Estoy segura que era un miércoles. Sé que no quería que te fueras, sé que hay días en los que te tengo en el olvido, pero es que el recuerdo duele.
Duele como hoy, duele tu ausencia. Duele querer tenerte cerca, quererte abrazar y tener esas charlas inacabables en tu casa. Duele tenerte lejos. Duele la incertidumbre de saber si de verdad estás conmigo. Duele y no sé por qué después de 5 años, sigues doliendo.
Y es que te extraño. Simplemente te extraño. Quisiera…tantas cosas quisiera…que me conforta pensar y recordar y seguir deseando.
Ojalá me vieras, ojalá pudiera contarte todo lo que he logrado y lo que he visitado. Siempre me pregunto, ¿qué dirías? ¿qué pensarías? Y ¿cuántas cosas no me preguntarías?. Me gusta pensar, y quiero creer, que de alguna manera sigues conmigo. Que eres tú y nadie más que tú el ángel que me cuida, el ángel que responde a mis oraciones y el que me muestra el camino correcto. Sólo tú, porque no puede ser nadie más.
Por eso, nunca me cansaré de agradecerte, de decirte y demostrarte lo importante que has sido para mí. De decirte que te quiero y que te echo mucho de menos. Que te llevo conmigo y que sólo quiero que seas feliz por mí y que mi vida esté llena de amor como la tuya.
¡Gracias abuelito! Simplemente y siempre Gracias, por ser parte de mi vida. Por ser y por estar. Por impulsarme y acompañarme en este viaje llamado vida.
Te quiero mucho…
Tu nieta Yiyi.
Siempre...
No hay comentarios:
Publicar un comentario