Por Mireya Cerrillo.
Siguiendo en la línea de las festividades decembrinas y la tradición que marca la conclusión de las mismas, hoy es Día de los Reyes Magos. Según cuentan, ni son reyes ni son magos, eran sacerdotes que fueron conocidos por los griegos como magoi. Se creía que podían manipular fuerzas sobrenaturales; a eso se le llamó magia y a sus practicantes, magos. Y desde entonces, a los magos se les vistió como Reyes. (Revista Algarabía)
Dicho esto, no puedo dejar de ver con nostalgia y felicidad los recuerdos de una infancia que ya se fue. Porque al final de todo, las fiestas decembrinas son increíbles cuando se es niño. Cuando nuestra incredulidad está intacta. Cuando la ilusión es todo lo que tenemos y cuando cualquier estrella brillante en el cielo puede significar tanto.
Pero el tiempo pasa y nos hacemos grandes. Comenzamos a cuestionarnos, a preguntarnos por qué, entonces la magia se acaba y dejamos de creer tantas cosas. Nuestras ilusiones se vuelven metas y nuestra estrella es sólo aquella que dejamos brillar en nosotros.
Hoy leí que el mundo se empobrece cuando los niños participan de la incredulidad de los hombres, y cuando los hombres pierden la ingenuidad de los niños. Cosa más cierta. No hay nada más real que la fantasía, pues es la imaginación la que ha dado al mundo personajes muchos más reales que otros que podemos ver y tocar. Se trata de nuestra habilidad de sentir.
Yo sé quiénes son los Reyes Magos, y es sólo Gracias a ellos que entendí que se requiere una fe muy grande para estar segura de tantas cosas. Gracias a que creí en ellos, fui capaz de conocer que el amor que ellos nos tienen siempre, es tan grande, tan inmesurable y único, que solo ellos son capaces de dar regalos a los niños y adjudicarlos a Melchor, Gaspar y Baltasar.
En tiempos como hoy, en los que creer es cada vez más difícil y la ilusión parece ser sinónimo de realidad virtual, finalemente entendí de qué se tratan los Reyes Magos. Se trata de creer en el amor, en la eternidad y en lo que parece aún más imposible: en la eternidad del amor. Creer en que las cosas, las historias y los momentos pueden trascender.
Lo que ayer eran regalos de unos reyes, quizás mañana sean ofrendas de un príncipe. (Pues qué hombre no es un príncipe cuando se está enamorada). No lo sé. Lo que sé es que siempre es la misma ilusión y las ganas de creer en el amor. Después de todo, no hay nada más mágico que eso. No hay nada más increíble que eso. La fuerza y el poder sobrenatural del amor que hace que ilusionarse, valga la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario