Por Mireya Cerrillo.
Reconozco
que soy mis tristezas y mis nostalgias.
Mis
confusiones y desolaciones.
Soy
una risa a carcajadas.
Incertezas
y tantas frustraciones.
Soy
una y mil ideas:
estrambóticas
todas resuenan en mi cabeza.
Soy
todas mis desilusiones.
Sobretodo
soy el despertar de mis ilusiones.
Y
soy mis ganas y mi impaciencia.
Las
noches de desvelo y arrebato.
Soy
esta terrible ausencia.
Los
días que le reclamo al tiempo ingrato.
Y
soy mis raíces y mis ramas.
Mis
poesías y mis letras.
Mis
reflexiones y silencios.
Soy
dueña de lo que no sentencio.
Soy
tantos lugares y soy mi tierra.
Soy
sueños y agonías.
Mis
realidades con sus ironías.
Tantos
mundos, mis batallas y mis guerras.
Soy
tanto. Soy nada.
Soy
un momento en este instante.
Abrumada
y con una historia apasionante,
viajante,
brillante, hilarante… distante.
Soy
un desastre, soy un desmadre.
Soy
una farsante, una pasante
de
este mundo agobiante.
Barullo
en cuerpo y mente.
Amante
de lo que me acongoja.
Así,
triste es cuando mejor escribo:
lo
que de mi piel aflora, lo que se me antoja.
Te
añoro. Y me lo prohíbo.
Soy
lluvia y soy tormenta.
El
suspiro que alimenta mis recuerdos.
La
que sus sentimientos niega, olvida y aleja.
Soy
un río que fluye al interior de lo que pierdo.
Soy
un ciego y loco corazón:
que
vibra, que siente, que ríe y que llora.
La
constante búsqueda de la razón:
que
explota y se ahoga.
Toda
esta melancolía.
Fruto
de la monotonía.
¿Alguna
vez seré todo lo que quiero ser?
No
sé. Mientras tanto soy mis manías,
capaz
de ganar y de perder.
Aprendiz
del ayer.
Soy
simplemente…esta mujer.
La
que no se cansa de dar y de querer.
Maestra
del ser y no ser.