"Era inevitable: el olor a las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados." Gabriel Garcia Márquez.
Por Mireya Cerrillo.
Busco una palabra, encuentro su significado y desafío a la gramática para darle otro sentido. Más se puede engañar a la filología, pero no a la "feel-ología", esta irremediable presencia tuya sin importar la distancia. Sentirte en cada maquinal y mortal respiro.
Inevitable: aquello que no se puede evitar es llorar en silencio tu ausencia y fingir a gritos que todo está bien.
Confirmado. Esto que por tí siento es ineludible, casi necesario y parte innegable de mi perturbada existencia.
Y es que lo peor de un amor imposible son los recuerdos involuntarios que están ahí constantes, vivos como sombras de una pasión que ha muerto poco a poco.
No puedo evitar pensarte. Eres una reminiscencia de lo que pasó, no pasó y más doloroso aún, de lo que pudo haber pasado.
Estás en el rasguido triste y ecléctico de una guitarra que altera con su misterioso sonido la soledad de este corazón abandonado.
Estás espontáneo con tu sonrisa y mirada que me evocan cosas y sentimientos que quisiera ya olvidados y fingidos.
Estás inconsciente en cada tonta canción, libro o película que por un segundo me lleve a tí.
Estás inexcusable en mis diálogos propios y discusiones con otros sobre argumentos que sé que tú apreciarías.
Estás forzoso, puntual y preciso. Necio en el peor momento ocupando mi corazón y mi mente. Distrayéndome de todo. Entreteniendo a mi subconsciente. Alterándome a ratos ingratos y cautos.
Eres la solaz memoria que me persigue y si bien me atrapa del todo, nada es real. Sólo perturbas mi irremediable realidad.
No puedo evitar amarte. Eres inevitable. Aunque quiera, si bien lo intento, imposible es el sinónimo de nuestra historia.
Eres una remembranza instintiva, involuntaria. Fatal porque hace daño quererte. Ineludible tú, y yo insalvable.
Irrevocable eres. Sentencia inapelable que en esta vida he de pagar. Pues como dijo excelsamente la poeta Gabriela Mistral: "Hay besos que pronuncian por sí solos la sentencia de amor condenatoria, hay besos que se dan con la mirada, hay besos que se dan con la memoria". Y de esos te he de llenar hasta que mi corazón te pueda relegar.
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