"Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas". Pablo Neruda.
Por Mireya Cerrillo.
Sigmund Freud decía que "Existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota, y la otra serlo".
Hace poco más de dos años comencé una travesía que hoy llamo como "dejar de hacerme idiota respecto a mi felicidad". . . Algunos saben el resultado, el diagnóstico fue que para poder funcionar como una persona "normal", tendría que ingerir diariamente una serie de medicamentos que cumplen con diferentes funciones tales como: "inducir mi felicidad", "reducir mis niveles de ansiedad", "incitar el sueño", "estabilizar mi ánimo", "relajar mis músculos", "controlar mis manías", "evadir mis constantes pensamientos suicidas" y "prevenir la compulsividad" . . . todo por una cosa llamada "trastorno bipolar".
Pff! Cuántas cajas con nombres raros. . . Por mucho tiempo me resistí a la idea de vivir medicada, sin embargo, mientras más constante era en el seguimiento de mi tratamiento, mejor poco a poco me iba sintiendo. Mas no me gustaba la idea de abrir varias cajas de cartón día a día y tener que pensar en toda la larga lista de cosas que me haría cada una. Así que mi "obsesión" y creatividad me llevó a originar un orden diferente que me ayudara a ver lo que en ese momento me parecía fatídico, por un ritual divertido y disfrazado. Cambié las tabletas de lugar y las puse en coloridas cajas de diferentes tamaños y formas que hoy ya sé asociar con su función de acercarme a la vida.
Ese fue mi remedio, pues como dice Jorge Bucay: "La felicidad es la certeza de no sentirse perdido", y aunque aveces intento abandonar mi camino, el gran Victor Hugo me recuerda con sus bellas palabras que "La suprema felicidad de la vida es saber que eres amado por ti mismo o, más exactamente, a pesar de ti mismo". ¡Qué gran frase!.
En la foto presento a mis "cajitas del júbilo y el sosiego", y estando en este trabajo constante de ser mejor, de encontrarme y no extraviarme, de levantarme cada día con una ilusión renovada y con un pensamiento más claro...Admito que no todos los días es posible y me ciego y quiero desistir, y entonces evoco a Sócrates hablándome al oído: "Desciende a las profundidades de ti mismo, y logra ver tu alma buena..." Esa que pocos pueden apreciar, distinguir y ayudarme a descubrir en mis días más oscuros... Pues quizás tenga razón Borges: "He cometido el peor pecado que uno puede cometer. No he sido feliz". Más no ha sido del todo mi culpa, algo no conecta bien en esta cabeza que razona más no entiende, que reflexiona mas no logra llegar a comprender. Y entonces recuerdo a Kant en medio de un discurso: "La felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación", quizás por eso me pierda en las letras, en los libros y en escribir, para crear o idear mi "dicha bien cumplida sin importar cuan hondo sea el abismo..." (Lord Byron).
Pero sin importar todo lo que los grandes digan, me recuerden e intenten revivir, una verdad es cierta, el gran historiador griego Tucícides lo citaba así: "Recordad que el secreto de la felicidad está en la libertad, y el secreto de la libertad, en el coraje".
Esa intrepidez que me falta para llevarme a desistir, de ser y estar atada a esas vivaces cajitas y simplemente fenecer.
Hace poco más de dos años comencé una travesía que hoy llamo como "dejar de hacerme idiota respecto a mi felicidad". . . Algunos saben el resultado, el diagnóstico fue que para poder funcionar como una persona "normal", tendría que ingerir diariamente una serie de medicamentos que cumplen con diferentes funciones tales como: "inducir mi felicidad", "reducir mis niveles de ansiedad", "incitar el sueño", "estabilizar mi ánimo", "relajar mis músculos", "controlar mis manías", "evadir mis constantes pensamientos suicidas" y "prevenir la compulsividad" . . . todo por una cosa llamada "trastorno bipolar".
Pff! Cuántas cajas con nombres raros. . . Por mucho tiempo me resistí a la idea de vivir medicada, sin embargo, mientras más constante era en el seguimiento de mi tratamiento, mejor poco a poco me iba sintiendo. Mas no me gustaba la idea de abrir varias cajas de cartón día a día y tener que pensar en toda la larga lista de cosas que me haría cada una. Así que mi "obsesión" y creatividad me llevó a originar un orden diferente que me ayudara a ver lo que en ese momento me parecía fatídico, por un ritual divertido y disfrazado. Cambié las tabletas de lugar y las puse en coloridas cajas de diferentes tamaños y formas que hoy ya sé asociar con su función de acercarme a la vida.
Ese fue mi remedio, pues como dice Jorge Bucay: "La felicidad es la certeza de no sentirse perdido", y aunque aveces intento abandonar mi camino, el gran Victor Hugo me recuerda con sus bellas palabras que "La suprema felicidad de la vida es saber que eres amado por ti mismo o, más exactamente, a pesar de ti mismo". ¡Qué gran frase!.
En la foto presento a mis "cajitas del júbilo y el sosiego", y estando en este trabajo constante de ser mejor, de encontrarme y no extraviarme, de levantarme cada día con una ilusión renovada y con un pensamiento más claro...Admito que no todos los días es posible y me ciego y quiero desistir, y entonces evoco a Sócrates hablándome al oído: "Desciende a las profundidades de ti mismo, y logra ver tu alma buena..." Esa que pocos pueden apreciar, distinguir y ayudarme a descubrir en mis días más oscuros... Pues quizás tenga razón Borges: "He cometido el peor pecado que uno puede cometer. No he sido feliz". Más no ha sido del todo mi culpa, algo no conecta bien en esta cabeza que razona más no entiende, que reflexiona mas no logra llegar a comprender. Y entonces recuerdo a Kant en medio de un discurso: "La felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación", quizás por eso me pierda en las letras, en los libros y en escribir, para crear o idear mi "dicha bien cumplida sin importar cuan hondo sea el abismo..." (Lord Byron).
Pero sin importar todo lo que los grandes digan, me recuerden e intenten revivir, una verdad es cierta, el gran historiador griego Tucícides lo citaba así: "Recordad que el secreto de la felicidad está en la libertad, y el secreto de la libertad, en el coraje".
Esa intrepidez que me falta para llevarme a desistir, de ser y estar atada a esas vivaces cajitas y simplemente fenecer.
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