"Una tragedia entonces, es la imitación de una acción que se toma en serio, y también, por tener la magnitud, completa en sí misma; en el lenguaje con accesorios agradables, con incidentes que despiertan lástima y miedo, para cumplir en el espectador la catarsis de tales emociones." Poética de Aristóteles.
Por Mireya Cerrillo.
Escribir es la mejor catarsis que existe y hace tiempo que la vengo negando y resistiendo... Más las musas me la imploran y en mis letras la detonan.
Hace poco alguien me dijo que necesitaba hacer catarsis: "explotar mis emociones de manera contenida"; en ese momento no entendía a qué se refería. Sin embargo, después de una serie de eventos afortunados, he logrado aquello que Aristóteles describía: purificar emocional, corporal, mental y espiritualmente mediante la experiencia de la compasión y el miedo.
Después de llorar y seguir llorando, de perderme en lo más profundo y oscuro de mis más íntimas emociones, de viajar para bañarme en la energía del sol, la arena y el mar, donde disfruté el sentir paz y tranquilidad. Luego de experimentar la medicina sanadora y la música vibrante del Temazcal, regalo de nuestros ancestros donde pude sudar y sanar el alma y el cuerpo.
Me purificaron los ángeles, las flores, el agua y el viento... pero sobretodo la sal, pues es el antídoto para todo: el sudor del vapor, las lágrimas de cura y dolor y el mar... el bendito mar.
Catarsis en mi experiencia, ha sido soportar lo que pensé inaguantable, ha sido vivir sin temor a esas pasiones de compasión y miedo, ni a sufrir sus verdaderos efectos.
Esto lo describe Aristóteles dirigido a las tragedias clásicas, donde el motivo principal del infortunio es el orgullo desmedido que hace a los mortales creerse superiores a los dioses. Así, la tragedia alecciona y enseña por medio de la experiencia de la catarsis, evitar caer en este, el más grave de los defectos:
Orgullo desmedido...soberbia,arrogancia,impertinencia... Ego: el Yo que controla y descontrola.
He hecho y continúo haciendo catarsis...hoy mediante el arte. Esta habilidad e inercia mía que me lleva a escribir: explosionar en lugar de implosionar.
Más tarde, al sentir el amor que los ángeles me envían, y también purgando el alma con llanto y desechando lo tóxico: palabras, personas, penas, peleas y haciendo lo propio con una que otra plegaria, y quizás el pánico de mis percepciones, la pesquisa de aferrarme a esto que se llama vida, el plasmar en poesía lo que mi puño quisiera finiquitar de un porrazo... Por eso, procuro entender la paradoja de sentir sin más paranoia que el perspicaz pestañeo de este personal y perverso paréntesis, que se manifiesta en esta purificación y purga.
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