"Hay besos que pronuncian por si solos la sentencia de amor condenatoria, hay besos que se dan con la mirada, y hay besos que se dan con la memoria." Gabriela Mistral.
Por Mireya Cerrillo.
Retuve cosas de mi pasado con la
intención de no echar al olvido, la efímera distinción de lo dulce y de lo
amargo.
Así, un día de tantos, entre el disturbio
de la cotidianidad y el hastío, comenzó a hacerse presente tu recuerdo. Y es
que eres algo así como un aviso, una advertencia del caos que anuncia la
llegada de un amor que se dosifica en minutos y centilitros y una que otra
carta de por medio.
Más me contento con degustar en
mi memoria las porciones de una pasión tardía, que por encima de las dudas, se
construye poco a poquito con el impulso de la paciente conquista.
El inventario de los besos que
hoy hacen eco en mi piel, me mantienen prisionera de un deseo. Un imposible que
en la distancia grita ausencia y que entre sueños me devuelve a los brazos de
un necio Morfeo.
Era una relación de aquellos
dados, de los más deseados, de esos tibios y dulces y fríos y amargos también.
De repente, en esa evocación de
tus labios surgió el monumento para la gloria de unos cuantos… La reminiscencia
de nuestro beso más pequeño.
Un beso. Un sueño. Un dueño. Tú y
el encanto de la novedad. Yo y el miedo constante a la idea de la felicidad,
esa tuya y mía que se encuentra sostenida en cada dosis microscópica de complicidad
de nuestros labios.
Así pequeños para no sufrir
demasiado. Para no vulnerarme tanto.
¡Impacto! Cedo a la exposición de otro beso y me muestro sin tapujos…al menos en mis sueños.
¡Impacto! Cedo a la exposición de otro beso y me muestro sin tapujos…al menos en mis sueños.
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