"El secreto es la madre de todas las mentiras."
Por Mireya Cerrillo.
Me perdí en los recovecos de lo ajeno y me encontré en las profundidades más oscuras de mi ser.
Me senté a reflexionar por un momento y no distinguí la magnitud del acto de traición y rebeldía.
Intenté convencerme de lo contrario y hacer eco a mi propia promesa, pero ya llevaba en la presunta inocencia, la "otra" etiqueta. Más después de meditarlo con enfado, simplemente decidí tomarlo. Recaí y mentí.
Es muy difícil aceptar que estoy dañada y hecha pedazos. Que me asusta mi capacidad de diálogo y atemoriza la carencia de pesar... ¿De todo esto soy capaz? De eso y más.
Hoy más que nunca tengo miedo de mí, del estrago y desperfecto que soy y represento. De todo esto que callo y me mata por dentro.
Es complicado sonreír y pretender cuando una vez más, mi alma sólo quiere fenecer. Fallé, lo sé.
Trato de ignorar estos pensamientos y los logro evadir mientras me ausento...
Entonces me dejo llevar por las olas, me permito mimar por el sol, y me hundo en la arena y en su sal. En esa que he llorado, que se ha quedado en mi piel y he dejado en otro mar.
Me he bañado en el océano y purificado con su luz. He renacido. Incluso he rezado.
He visto la luna azul en lunes, y roja y ardiente en miércoles.
Pero no es suficiente...
Me voy a otros mundos porque no quiero estar en este: leo, escribo... Me ausento y se que no soy yo ni por un ápice.
Intenté hablarte tantas veces y sólo me topé con oídos sordos, egoístas y necios.
Sin embargo, me corrompí una vez más al verte y me duele reconocer que una caricia no desaparece de la memoria del cuerpo, que un beso no se desvanece con el tiempo, y que un abrazo me ha hecho olvidar todo el daño.
Y si bien te quiero... mejor me alejo. Me acercas, me besas la frente como nunca, me abrazas para darme consuelo... Y yo, no entiendo.
Te busco, y como siempre, como antes, no contestas, te escondes y me ahuyentas.
Mas te veo y reconozco que es muy frágil lo vivido. Hay algo deleznable...casi deseable, pero indigno.
Me reencontré con mi verdad en aquella confesión a medias, y con tus mentiras en esas realidades que inventas.
Dejé mi confesión para luego... aunque mis ojos gritaran evidencia más allá de lo que sentencio.
Quise revirar el camino: correr, alejarme, esconderme o mejor aún, poder decir: no puedo, no quise, lo siento. Pero no puedo emitir sonido.
Lo acepto, no comprendo, y no quiero nada más que el exilio del olvido a todo lo vivido.
Ausentarme de mí. No estar aquí. Esto es autenticidad. Esta es mi única verdad.
Evito mi reflejo en el espejo porque me asumo sola, incomprensible, oculta y enmudecida.
Toda una imperdonable falsedad.
Y hacía tiempo que no escribía, que no leía, que no me identificaba con mis letras.
Porque se que aquí, así, sólo así soy y permanezco y soy dueña de lo efímero y de lo eterno.
Aquí soy fiel y real aunque me leas embustera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario