miércoles, 22 de julio de 2015

Incredulidad...


"La incredulidad resiste más que la fe, porque se sustenta de los sentidos"
Gabriel García Márquez.

Por Mireya Cerrillo.


Incrédula soy de mi propia genialidad escribí una vez en un poema.
Hermosa me dicen que soy y no comprendo.
Preciosa me llaman también y simplemente no lo entiendo.
No es que no lo crea, es que no distingo entre la falsedad y verdad.

Soy incrédula de éste mundo que aunque atroz, sigo buscando su belleza.
Soy incrédula del amor que aunque me eleva, yo vuelvo a poner los pies en la tierra.
Soy incrédula de la gente pues la confianza es algo difícil de ganar, y me aterra.
Soy incrédula de Dios pues hay tantos que asumen una única verdad, que me es difícil dejarme engañar.

Sin embargo he sido víctima de la manipulación y artimaña. Por eso, tantas cosas hoy no creo.
Decía el escritor irlandés Bernard Shaw: "No es la incredulidad peligrosa para nuestra sociedad, sino la creencia".
¿En qué sustentamos nuestros dogmas si nos han sido heredados con tal maña y ego?
En algo sí creo: en la razón y en lo que sustenta la ciencia.

Me declaro escéptica, porque la verdad no existe, y si existiera sería incapaz de conocerla.
Me confieso desconfiada. En una palabra: abrumada.
Huelo malicia y mi alma la vislumbra.
Surgiendo conjeturas de mi cabeza.

Mi genialidad radica entonces en este recelo.
¿Mi hermosura es acaso pura sospecha?
Ya entendí. Es la costumbre de escuchar la verdad de otros, lo que nos hace asumirla como propia.
Entonces quizás sí sea todo eso que a veces no me creo, sólo que vivo en la inopia.
Lo seguiré escuchando y repitiendo hasta que llegue el momento en el que sienta que mi corazón se lo apropia.

¡Es tiempo de creer!
¿En quién?
¡En todo mi ser!
Eres genial, ¡no te hagas un desdén!.


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