Por Mireya Cerrillo.
Llueve y huele a nostalgia.
Mojan mis mejillas los recuerdos que se desbordan.
Huele a momentos que se han ido... y sin embargo,
en el tiempo se han quedado suspendidos.
Un esbozo de esa última sonrisa.
La complicidad de los secretos compartidos.
Y el café que hierve, humea y pacientemente espera.
El café de París se ha llenado de memorias
y unas cuantas personas, solitarias todas se tornan de color gris.
Es el ambiente perfecto para pensarte y no pertenecerte.
Para desearte así sin amarte.
Y para ser nosotros en un lugar del infinito.
El carrusel se detuvo.
Y con él, los sueños de un quizás.
Porque tal vez sea otro miércoles cuando lluevan recuerdos.
Y yo estaré aquí pensándote.
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