"El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada." Gustavo Adolfo Becquer.
Por Mireya Cerrillo.
En la noche previa al día de los enamorados, trato de escribir versos.
Pido por un amor sin miramientos y un enamorado hambriento.
De mi. Con sed de mi. Con ganas de mi.
Eso le rezo a San Valentín.
Tengo un cuerpo con las huellas de otras manos,
y unos labios por otros usurpados.
Un corazón sin dueño
y estos besos solitarios.
Pero en mi corazón late un recuerdo
de un cariño que no olvido.
Habita en mí como un hechizo,
una magia que más no atisbo.
Ilusionada: eterna enamorada.
Así me llaman: poeta embobada.
Y tú: un rufián. Un ladrón de mis caricias,
un bribón con un toque de malicia.
Dulce y quimérico. Así es el amor que siento.
Amargo y fantástico. Así es el amor que me das.
Burlada y despreciada. Amor sin sustento.
Me pregunto: ¿cuánto me querrás?.
Amor sin medida.
Amor sin mentiras.
Amor sin suspiros.
Amor sin respiro.
Te quiero, dijiste.
Te amo, expresé.
Te deseo, convenimos.
Y en el mismo anhelo nos perdimos.
Y quizá si nos encontramos.
Si decidimos coincidir.
Entonces podamos amarnos.
Sin precisar de San Valentín.
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