"Te digo adiós, y acaso con esta despedida, mi más hermoso sueño muere dentro de mi... Pero te digo adiós para toda la vida, aunque toda la vida siga pensando en ti." José Angel Buesa
Por Mireya Cerrillo.
Y me despedí, sabiendo que quería quedarme... Sin embargo, querer quedarse no es razón suficiente para permanecer. Ya lo dice aquella frase: "Es doloroso despedirte de alguien a quien no quieres dejar ir, pero es más doloroso pedirle que se quede cuando lo que quiere es irse."
Lo más triste para mi, ha sido que yo en realidad no tuve la oportunidad de decirte adiós, de verte una última vez para probablemente en ese momento, intentar convencerte del error que estabas cometiendo. Porque "mandar a alguien muy lejos", por teléfono o mensajes, no es precisamente la despedida que esperaría merecer después de tanto, y después de todo.
He sido una necia tantas veces, he detenido mi impulso a escribirte o buscarte en diversas ocasiones desde entonces, y ahora temo el día en el que en esta ciudad coincidamos nuevamente.
Has sido un egoísta y un terco, pues sólo crees la verdad que te venden y no la que te explican con evidencias.
Hemos sido unos idiotas por querer intentarlo y seguir adelante cuando ni siquiera debimos hacer esa estúpida promesa de "un día a la vez", pretendiendo escribir "un para siempre".
Quizá es cierto que nos idealizamos demasiado, más, ¡qué irónico! que lo que más te gustaba de mí, sea lo que ahora detestas: mi carácter fuerte, mi inteligencia, mi veracidad y tenacidad.
Y si bien disfruté y gocé tu presencia, tanto que me acostumbré a que me doliera menos con cada ausencia, tal vez por eso, aquí te quedas de algún modo.
De algún modo que no puedo ni quiero volver a pensar en el amor o enamorarme o permitirle a alguien entrar en mi vida de la manera que lo hice contigo. Eso ¡jamás!.
Te quedas en la letra de un brazalete, en las cenizas de aquellos bellos mensajes, en las fotos y vídeos donde actuábamos como idiotas, en la arena de aquella playa, en el vídeo en el que te profesé mi amor desde cada rincón de mi mundo conocido. En nuestro idioma, en los cafés y las donas, y en las sábanas de aquél motel o nuestra cama. Y sobre todo, en ese rincón de mi corazón que se ha quedado seco, agrio y enojado.
Te quedas en mi cabeza haciendo eco de momentos que eran dulces e íntimos y ahora sólo son malditos recuerdos que traicionan mi capacidad de amar y sentirme amada.
Te quedas de tantas maneras, que me había tomado estos meses de silencio para hasta ahora escribir el último Adiós.
Es la última vez que te escribo, que te dedico un espacio o un momento. ADIÓS. Fui de ti pero ya no. Me duele y me resigno, pero me voy para siempre...
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