miércoles, 30 de septiembre de 2020

Septenios...

Por Mireya Cerrillo. 

"La vida humana tiene tres fases. Veinte años para aprender, veinte años para luchar y veinte años para alcanzar la sabiduría." Proverbio Chino. 

 "La juventud es una época de idealismo, la adultez de escepticismo, y la ancianidad de misticismo." Goethe. 


 Según la teoría de los septenios, la antroposofía divide el desarrollo personal en ciclos de 7 años que marcan la evolución de la conciencia de cada persona a lo largo de la vida, ocurriendo así, cambios significativos en nuestra vida cada 7 años. El filosofo Rudolf Steiner sostiene que, la fase vital clave es la de los 20 a los 35, ya que es durante esta etapa de máximo desarrollo que surge el impulso de darnos al mundo a través de nuestra vocación o de nuestro rol familiar. 

De acuerdo a las biografías tradicionales, es a los 35 cuando el Buda alcanzó la iluminación, y una edad semejante tendría Jesús en el momento en que su vida y obra culminan. Dante Alighieri inicia la Divina comedia afirmando que se halla, a los 35 años, en medio del camino de su vida. Alejandro Magno había conquistado gran parte de Europa impregnando de la cultura helenica a los territorios sometidos, muriendo a sus casi 33 años. Mozart falleció a los 35 años dejando un gran legado musical. 

 Este tumultuoso 2020, si bien cumplo 34 años, me doy cuenta de que entro en la última vuelta al sol de este septenio tan significativo, pues se dice que las capacidades físicas y mentales tienden a culminar a los 35 años de edad, por ejemplo, es la edad en que los jugadores de ajedrez suelen llegar a su máximo nivel.

 ¿Cómo culminaré esta etapa?. No dejan de asombrarme las experiencias vividas en diferentes aspectos y áreas del conocimiento. Hoy sé que es normal cuestionarme si estoy en el camino correcto o qué otro debo seguir. Preguntarme si sumé nuevos valores a mi vida. Si he encontrado y vivo mi misión; y si bien aún no tenga todas las respuestas, cuestionarme me hace pensar que quizá voy por el camino correcto. 

 Dicen que de acuerdo a los septenios me encuentro en el inicio de la llamada crisis de la autenticidad, esa en la que nos volvemos genuinos asumiendo quienes somos y responsables de lo que nos sucede. Así me siento: aperturando la siguiente etapa de espiritualidad, y aceptando (a ratos) quién soy realmente.

 "Aquí estoy yo".

 "Esta soy yo." 

"Acéptame como soy, sea quien sea". 

He cumplido 34 años, y el viaje en sí, ya me parece suficiente: lo recorrido y aprendido a veces lo siento justo y necesario para dar por terminado mi ciclo de vida. Mientras que en otras ocasiones me veo inmersa en mis absurdos pensamientos cuestionandome: ¿si tengo algo y qué tengo que ofrecer durante los siguientes 7 años?, o ¿qué va a ponerme la vida enfrente durante este próximo septenio?. ¿Será finalmente todo lo anhelado o seguiré deambulando por la vida?. Citando la canción de Alejandro Sanz, como un zombie a la intemperie. 

 Sea lo que sea, y mientras decido si puedo continuar o debo culminar mi vida, y sabiendo que no soy Cristo, Buda, Alejandro Magno ni Dante ni Mozart. Que simplemente soy yo: agradecida con la vida, rota a ratos, risueña siempre; me viene a la mente una frase de la actriz y cantante francesa Dalida, quien se suicidó dejando la siguiente nota: "La vida se ha vuelto insoportable… Perdónenme”. 

"La vida se me ha vuelto tristemente insoportable."

¡Feliz cumpleaños a mi!.

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