Por Mireya Cerrillo.
Estos
días celebramos las ausencias,
aquéllos
que ya no están pero cuyo recuerdo permanece.
Sin
embargo, tu amor no tiene vigencia,
es
lo que hace que todo comience.
Acudí
a tu aposento en busca de desahogo.
Tu
memoria es el bálsamo que a mi alma alivia.
Eres
y serás mi mejor diálogo,
motivo
de nostalgia y alegría.
Cada
día te pienso, te siento y te llevo conmigo.
“Quiero
ser como tú”, me digo.
Entonces
me doy cuenta de que es imposible,
y
por un momento, mi ser se siente terrible.
No
tengo muchas cosas de ti.
No obstante, vivo todas tus lecciones.
Te
llevo muy dentro de mí,
y
trato de imitar tus acciones.
Abuelito:
gracias por ser mi luz y guía.
Por
tus consejos y calmar mis desconsuelos.
Por
estar conmigo noche y día,
pues
sé que me cuidas desde el cielo.
Sigue
iluminando mi camino,
sigue
guiando mis pasos.
Sé
la paz de mi destino
en
el éxito y el fracaso.
¡Eres
mi gran lección de vida!
Mi
inspiración y raíz.
Gracias
por tu amor sin medida.
Cada
momento compartido es hoy un recuerdo feliz.
Nos
vemos en otro tiempo,
cuando
sea merecedora de la eterna gloria.
Hoy
todo pasa lento,
y
revivo cada instante de nuestra historia.
¡Te Quiero Siempre!
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