"Si alguna vez me suicido será en domingo. Es el día más desalentador, el más insulso. Quisiera quedarme en la cama hasta tarde, por lo menos hasta las nueve o las diez, pero a las seis y media me despierto solo y ya no puedo pegar los ojos. A veces pienso qué haré cuando toda mi vida sea domingo." La tregua, Mario Benedetti.
Por Mireya Cerrillo.
Hay un poema de Vicente Martín que dice:
Lo bueno
de morirse en domingo es que te queda
los
lunes tan a mano
que se toca
la eternidad entera con los dedos.
Lo bueno de morirse en domingo es que no hay tiempo
ni tierra en que enterrarte,
y se te queda
mirando una epidemia del color de la nubes
y te inventas las horas otra vez.
Te imaginas un mundo en el que sólo las cosas que has amado
tienen cuerpo y dicción.
Un mundo a tu estatura, sin palabras heridas ni voces de antipájaros.
Un mundo en el que valen
las distancias sin cable y la inminente promesa
de otra resurrección.
Lo bueno de morirse en domingo es que mañana es ahora,
que una gota de agua es lo mismo que una gota de agua
y que hablar,
simplemente,
es mirarse uno a otro en el instante preciso
en que empieza el deshielo.
Ante la desolación y desesperanza que se puede llegar a sentir de lunes a sábado, a veces lo único que nos queda es el deseo inútil de querer morir en domingo.
En domingo porque es un día improductivo e inservible... casi nulo.
No se sabe si es el colofón o el inicio...así como la vida, así como la muerte... ¿Empiezas o acabas? ¿Llegas o te vas?
A veces la vida se siente como una tarde de domingo. Sin pedirnos cosas importantes ni exigirnos de más.
Nunca ocurre nada los domingos. Nadie se enamora en domingo. Dicen que es el día de los infelices.
Por eso, cuando me muera, será en domingo... Y quizá entonces se lea en mi lápida aquella frase de Murakami: "No hay nada que temer, porque éste no es un domingo como cualquier otro."
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