sábado, 3 de diciembre de 2016

El año que se me endureció el corazón...



"Se piensa que el corazón es el lugar donde dejamos que anide el amor y posiblemente sea cierto. Cuando una pérdida nos sacude de pronto, el corazón se lastima y cree morir. Después, para poder seguir adelante, busca la forma de mitigar su sufrimiento, de protegerse, de esconderse, de hacerse duro." Jorge Bucay.

Por Mireya Cerrillo.

Este año será recordado como el año en que se me endureció el corazón. El año en que todo ese amor que pensé finalmente sería bien recibido, fue rechazado. El año en que se murió la familia, la amistad, y las ilusiones. 
El año en que más vulnerable y burlada me he sentido. 

Escribe Jorge Bucay en uno de sus cuentos: "tenía una piedra en medio del pecho que le pesaba tanto que le amargaba el gesto". Y justo así me ha pasado. Corazón cerrado. "¡Ya no siento el corazón!" exclama Machado. 
Dicen que medicamente es posible que el pericardio, cuya función es proteger al corazón, se endurezca para permitirnos sobrevivir, una membrana que abraza, protege y forma una armadura ante las vicisitudes de la vida. Quizá el pericardio me está protegiendo. Quizá se ha vuelto insensible. Quizá ya no sabe cómo volver a su estado original.

Sea lo que sea, la verdad es que la vulnerabilidad me duele demasiado y ya no sé dónde ponerla.
Borges poetizaba en su obra "Ausencia":
"... Tu ausencia me rodea como la cuerda del verdugo rodea la garganta, como la inmensidad del mar rodea al que se hunde."
Maldito regalo.

Con el entrecejo fruncido y el corazón endurecido, escribo porque sólo así se describir una realidad distinta, pero esta vez no está en mi imaginación, es así. Así me siento: débil y con una gran coraza.
Vivo triste. Enfadada. Y ¿qué es el enfado sino tristeza disfrazada y viceversa?.
Tengo el corazón endurecido y dudo que se vuelva a emblandecer.


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