Por Mireya Cerrillo.
Ya
no quiero ni voy a escribirte.
Pero
es que incluso en esta negativa
se
esconde la intención de querer decirte.
Me
mata el silencio, me aniquilan nuestras misivas.
No
puedo permitir que seas dueño de mis letras,
Ni
que rondes constantemente mis pensamientos.
Finalmente
somos sólo distancia y ausencia,
una
ilusión, un deseo, mi dulce tormento.
Somos
sólo eso: un compendio de música y palabras.
A
veces me buscas, me extrañas, me hablas.
Otras
te alejas, me anhelas, te callas.
Sólo
confundes a mis sueños cada vez que tú me apartas.
No
entiendo lo que dices cuando enmudeces.
Ni
lo que pretendes con lo que me expresas.
En
tus manos están mis sentimientos cada vez, ¡cuántas veces!
Vas,
vienes, regresas. Sonrisas, enojos, todo y nada me confiesas.
La
verdad es que soy débil para dejarte,
para
ser yo quien de ti se aleje.
Me
atraes con tu manera de hallarme.
Me
distraes con tus manías y enredes.
Y
prometo no escribirte, pero mi pluma es más fuerte.
Y
deseo no quererte, pero tiñes con tu inspiración mis textos.
Y
lo único que anhelo es volver a verte.
Pertenecerte
un momento, ser de amor un reencuentro.
La
incertidumbre me inquieta de nuevo.
La
nostalgia invade mi cuerpo.
Todo
se siente real y falso,
tan
efímero y ufano.
Y
sin querer, me lastimas y me haces daño.
No
entiendo qué juego jugamos.
Solo
quiero conocer de tu amor el tamaño.
Que
sepas que puedo ser tuya si otra vez nos topamos.
Pero
no hay reglas, ni treguas.
Sólo
ilusiones y promesas.
No
puedo cumplirlas sino me dejas.
No soy yo y se me nota a leguas.
No soy yo y se me nota a leguas.
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