Por Mireya Cerrillo.
Esa mañana decidió vestirse de
negro sin saber que era para vestirse de luto.
Como un presagio y como una sombra
que se lleva el viento, así sintió su ausencia, así el triste adiós.
Sonó el
teléfono y su corazón se quedó estupefacto ante la noticia.
La luz de un ser humano importante
en su vida se apagaba para ser guía celeste de los viajeros taciturnos como yo.
La verdad es que quisiera llorar
como se debe llorar a un muerto: con desolación y desconsuelo. Pero no puedo,
simplemente no puedo ni siquiera creerlo.
Hace tan pocos días que ella me
celebraba mi cumpleaños, me cocinaba algún agasajo o me llenaba el vaso de vino
y el oído de consejos.
Como el humo de su cigarro, se va
evaporando y va formando parte del viento.
Quisiera llorar como amerita ser
llorado un ser querido: con rabia, dolor y profunda tristeza. Pero mis ojos
están secos, no pueden expresar lo que mi corazón y alma sienten: desánimo y
pena.
Mis condolencias están con su
familia que es como la mía, y mi voz entrecortada exclama un último adéu a la que fungiera como mi madre catalana, pues me trató como a su hija.
Hoy me vestí de negro… y yo, yo sin
pensarlo ni temerlo. ¡Cómo iba a saberlo!.
Pero me quedo con el azul de su
mirada mediterránea, con los colores que ella irradiaba a pesar
de lo sombrío y cruel que fueron los últimos días de su vida y sus propias e
interminables batallas.
De tanto en tanto estas cosas
suceden. Alguien que nos importa de repente se muere, se pierde la fe en la
humanidad pues nos falla cuando se vuelve atroz y desalmada.
Pero así es nuestro andar:
tremendamente breve.
Gracias porque cruzamos nuestros
caminos y me permitiste conocerte.
Descanse en paz el alma de un ser
extraordinario. Y que su luz no deje de brillar…
En memoria de Lourdes Borrás, una
guerrera a quien echaré muchísimo de menos.
1 comentario:
Gracias Mireia!! No hay palabras de consuelo pero se que hay personas que la querían y tu eres una de ellas. Gracias por el escrito es precioso y con mucho amor.CF
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