Por Mireya Cerrillo.
Eres la perenne constante en mi vida.
Con el mismo valor para cualquier variable.
Con un comportamiento elástico, de estira y afloja que a mi ser aloca y acongoja.
La asidua presencia que determina esta única fuerza de interacción, distracción y continua confusión.
Mas mi estado inalterable no se queda, pues con cada pequeño contacto que haces, todo provocas, cambias y mueves.
Eres una energía frecuente. Acostumbrada e inesperada.
Eres el sentimiento habitual que me aleja y me acerca a tu placer delincuente.
Quizás sepas que para seguir vigente en mi mente, sólo debes ser constante.
Pero no te equivoques, pues un hola extemporáneo después de un doloroso adiós cada seis meses, no es suficiente.
Sin embargo, aquí me tienes. Hablándote y sonriente.
Rehusando lo que mi corazón por tí realmente siente.
La necesidad de la constancia...¿será eso lo que nos pasa?
La urgencia de leerte, la premura de escribirme... la privación de la exigencia.
Eso eres, el descubrimiento constante de ilusiones renovadas y viejas esperanzas.
Prescindir de tu apariencia esporádica e inestable, esa es mi tardanza.
Aunque perseverante, no eres coherente. Pero esos eventuales intercambios de cosas vanas, son las que desafortunadamente, me mantienen subsistente en esta firme y esencial entelequia que a ratos me obsequias.
Incesante y voluble fantasía. La música que jamás apagaría...eso eres.
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