"La desobediencia es mi alegría." Princesa Margarita.
CAPITULO II
Por Mireya Cerrillo.
Quizá nuestra princesa guardaba
muchos sentimientos, pues en el camino se encontró con la belleza de un majestuoso
volcán no muy lejano a su reino. Observó que cada determinado tiempo, el volcán
vaciaba su frustraciones y enojos en forma de fumarolas y ceniza o incluso de
lava que inflama, como las palabras hirientes al decirlas.
En su viaje, también aprendió que
la lluvia moja, pero puedes cantar debajo de ella, que la nieve hiela, pero
puedes jugar con ella, que el sol quema, pero puedes protegerte de él. Y que,
si bien no había mirado de cerca la luna, a ella le debía noches de inspiración
e insomnio.
Como buen ella lo dijo, el viaje
le sirvió para conocerse mejor y aprender sobre otros tantos reinos más
antiguos que el de ella. Fue capaz de vivir sin miedo, sin protección a cada
instante, incluso sin perdón y sin permiso… Y lo que más le gustó de su
experiencia: es que en esos tantos viajes de ensueño, sentía que era la pieza
de un rompecabezas gigante donde podía ser, sobre todo: ella misma. Sin recelos
ni ataduras. Escribiendo y reflexionando como una más en un mundo de seres
pensantes. Después de todo, ahí, en esos suelos que pisaba, se habían iniciado revoluciones
del intelecto que cambiaron el rumbo de lo que ahora llamaba mundo, y no sólo
un pequeño reino.
Esta aventura le hizo darse
cuenta de que eso que callaba, ya no le daba miedo, ni le ahogaba y dio riendo
suelta a lo que la mente hace tiempo le ocupaba. Y así conoció a la Muerte, con
quien regularmente tenía contacto y le escribía cartas, peticiones y súplicas
como esta:
Querida Catrina,
Le escribe una joven amiga. Podría llamarla "la muerte",
"la flaca", pero la verdad es que "la Catrina" me resulta
más familiar y elegante.
Me resulta difícil empezar a escribirle a Ud. que ha sido tema de
debate en más de una tertulia. A Ud. que se ha llevado a los más queridos. Y a
Ud. que suscita muchas preguntas que uno va respondiendo cuando ya está aquí
cerca de nosotros. Así que más o menos nos conocemos.
Ud. es un miedo arraigado, y para nosotros los mexicanos una fiesta que
vemos con descaro. Y yo soy una suicida in ratio porque in
practicum ya lo hubiera intentado. Es decir, la pienso pero no la actúo.
En pocas palabras, la deseo. Sí, la anhelo más de lo que ansío a su
contraparte: la vida.
Debo admitir que la he evadido un par de veces. ¿Destiempo o suerte?. Y
como ya dije, la he evocado otras tantas. ¿Desganas o desesperanza?.
Sea como sea, sepa Ud. que no le tengo miedo. Ud. no me atormenta ni
mucho menos. Al contrario, me parece que es Ud. el único misterio descifrable y
que una vez descubierto, no podemos compartir. Honestamente, Ud. me incita
constantemente.
Si bien acepto que el fin de la vida es la muerte, es una ingratitud
para los que a bien tenemos de "celebrarla", que Ud. se lleve a los
nuestros con todo y su alma. Porque puedo entender que se lleve su cuerpo, pero
no su esencia, no los recuerdos... y eso es lo que a los que nos quedamos, nos
mata.
Pero no le escribo para reclamarle. Simplemente, me pregunto si yo le
llegaré como regalo o si Ud. vendrá por mí cuando deba... Si será mi decisión
conocerla o será una imposición encontrarnos. Si será algo trágico y
ensordecedor o sutil y suave como un beso.
Ahí radica la excelsitud del misterio. Es un enigma y entre Ud. y yo
será un pacto y un secreto.
¿Sabe? yo pienso en Ud. desde que tengo al menos 12 años. Sí, desde
entonces ya ansiaba conocerla, y míreme ahora, con 30 años y Ud. es la única
constante en mi vida. Debería sentirse halagada. Quizá por eso me tienta, para
engrandecer su ego y vanidad y nada más.
Dígame, ¿de qué se trata todo esto?. ¿Acaso un suicida es para Ud. un
juego de azar?, ¿una apuesta con la vida?, ¿un siniestro o una
fortuna?...
No quiero ser dura con Ud., no me mal interprete. Después de todo,
gracias a Ud. descubrimos lo mucho que amamos a alguien o la mucha falta que
nos hace...aunque ya sea demasiado tarde. Lo que sucede es que quisiera
entender a profundidad el papel que Ud. tiene en la mente de esta alma
suicida.
Por eso, y mientras lo entiendo, quisiera ofrecerle hacer un trato con
Ud. Uno en el que yo respeto su espacio y Ud. respeta mi tiempo, pero la verdad
no quiero apostar, y menos a mí. Sé que perdería pues no confío en mí. Es tan
arriesgado vivir que Ud. representa a veces, la única salida.
Sin embargo, algo sí quisiera pedirle. Cuando le entregue mi vida, (si
así lo hiciera), tómela sin miramiento. No me regrese. Créame, la respeto tanto
que por eso no la tiento. No quiero jugar con Ud. De verdad deseo que al
encontrarnos Ud. me de un frío beso de bienvenida y nada más... Nada más.
No pretendo asumir que a Ud. le importará respetar este sencillo
acuerdo, pero sé que dado nuestro historial y el respeto que Ud. muestra a quienes
tienen a bien escribirle, quizá me otorgue lo que aquí le he solicitado.
De antemano Gracias y ayúdeme a entender por qué es que somos tanto
suicida por ahí deseoso de conocerla y Ud. llevándose a quien no debe...
No sólo cartas le escribía, sino también
una que otra rima:
Les voy a confesar algo:
He deseado morirme hace ya bastante años,
Que no sé qué hacer con tantos pensamientos extraños.
La verdad, no sé por qué no lo hago.
Mi miedo se convierte en parálisis.
Y entonces me quedo así:
En el estrago de mi propio análisis.
Tuve una conversación con la muerte.
Quería que le hiciera una calaverita a cambio de que ella diera paso a que me hicieran mi esquela. Finalmente.
Se quedó pensando...
Quizás acepte.
Mi idea es buena.
Ya no quiero seguir luchando.
Y ella sólo quiere tenerme.
¿Cuál es el problema Mireya?
¿Por qué te sientes tan triste, sola e indefensa?
Porque no comprendo la vida y aún guardo secretos que me hacen daño día a día.
No me siento yo. ¿Quién soy, qué soy?... Me siento vacía.
Sigo sin entender de qué se trata realmente esta puta vida.
¿De amar, de ser, viajar, querer...?
Ya lo hice. Déjenme irme.
Ya no quiero sentir que sobrevivo sin ningún sentido.
No me digan que me quieren porque por un rato, aquí me detienen.
No me digan que me echaran de menos, cuando poco es lo que nos vemos.
Y al final, no me entienden.
Lloro de día y de noche.
Entre libros y sueños.
Sin ningún motivo...
Tengo deseos de desaparecer simplemente.
No soy nada. No soy nadie.
No sé para qué respiro.
Busco algo que me irradie
y que su luz me de un giro.
Pero ese momento es un suspiro...
Quiero más. Quiero todo. Quiero nada.
Quiero sentir que vivo... de algún modo. Mas tengo un corazón frío.
Soy suicida de pensamiento.
Soy mi mayor riesgo.
La voz en mi dice: será rápido,
vete y desaparece.
Más algo me lo impide...
pero no por mucho tiempo.
Viene la peor temporada del año.
Y quizás en un descuide... por fin me suicide.
Sólo lamentaría no haber escuchado de sus labios un te amo sincero.
Y hasta eso: quizá lo dijo... y oír no pude por miedo.
Ese maldito miedo.
No me durará por siempre...
Soy mi mayor riesgo.
Y entre tanta duda constante,
de una cosa estoy segura:
me dejaré llevar y por favor, no pueden ayudarme, no intenten detenerme.
He deseado morirme hace ya bastante años,
Que no sé qué hacer con tantos pensamientos extraños.
La verdad, no sé por qué no lo hago.
Mi miedo se convierte en parálisis.
Y entonces me quedo así:
En el estrago de mi propio análisis.
Tuve una conversación con la muerte.
Quería que le hiciera una calaverita a cambio de que ella diera paso a que me hicieran mi esquela. Finalmente.
Se quedó pensando...
Quizás acepte.
Mi idea es buena.
Ya no quiero seguir luchando.
Y ella sólo quiere tenerme.
¿Cuál es el problema Mireya?
¿Por qué te sientes tan triste, sola e indefensa?
Porque no comprendo la vida y aún guardo secretos que me hacen daño día a día.
No me siento yo. ¿Quién soy, qué soy?... Me siento vacía.
Sigo sin entender de qué se trata realmente esta puta vida.
¿De amar, de ser, viajar, querer...?
Ya lo hice. Déjenme irme.
Ya no quiero sentir que sobrevivo sin ningún sentido.
No me digan que me quieren porque por un rato, aquí me detienen.
No me digan que me echaran de menos, cuando poco es lo que nos vemos.
Y al final, no me entienden.
Lloro de día y de noche.
Entre libros y sueños.
Sin ningún motivo...
Tengo deseos de desaparecer simplemente.
No soy nada. No soy nadie.
No sé para qué respiro.
Busco algo que me irradie
y que su luz me de un giro.
Pero ese momento es un suspiro...
Quiero más. Quiero todo. Quiero nada.
Quiero sentir que vivo... de algún modo. Mas tengo un corazón frío.
Soy suicida de pensamiento.
Soy mi mayor riesgo.
La voz en mi dice: será rápido,
vete y desaparece.
Más algo me lo impide...
pero no por mucho tiempo.
Viene la peor temporada del año.
Y quizás en un descuide... por fin me suicide.
Sólo lamentaría no haber escuchado de sus labios un te amo sincero.
Y hasta eso: quizá lo dijo... y oír no pude por miedo.
Ese maldito miedo.
No me durará por siempre...
Soy mi mayor riesgo.
Y entre tanta duda constante,
de una cosa estoy segura:
me dejaré llevar y por favor, no pueden ayudarme, no intenten detenerme.
Más la muerte tenía una singular
manera de contestarle: re conectándola con la vida de repente... sin entenderlo algo o alguien la convencía.
La princesa se había vuelto quizá
más oscura, más triste, pensaban todos en el reino, y por eso comenzaron a alejarse de ella y a llenarle la cabeza de ideas de que alguien así de loco y enfermo no tenía cabida en ese reino, más sus padres entendieron
después de tanto desasosiego, que ella había sido así hace demasiado tiempo
pero contarlo les daba pena como a ella miedo. Así comprendió que debía salir nuevamente de esa burbuja que le ahogaba y regresar a donde había sido feliz aunque fuera por un tiempo... (continuará).
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