"A veces es la princesa quien mata al dragón y salva al príncipe".
CAPITULO I
Por Mireya Cerrillo.
Como todos
los cuentos de fantasía que escondían cierta verdad, éste no será diferente… Y
todos los cuentos empiezan así:
Hace muchos
años existía un reino muy pequeño, del tamaño de una bola de cristal donde
habitaba una princesa que usaba vestidos en tonos pastel y tenis en lugar de
zapatillas, tenía los rizos más alborotados que su cabeza, y una inteligencia
superior a la de cualquiera… Era traviesa, juguetona, sonriente, y le gustaba
leer y jugar y cantar y bailar… eso sí, a su propio ritmo.
Nació
rodeada de 3 caballeros: sus hermanos quienes la cuidaban y protegían a toda
costa de cualquier posible daño y la llenaban de cariño, besos y abrazos… Su padre,
el rey, siempre se la vivía viajando de reino en reino, ya fuera en su fuerte
corcel o en los libros con los que aprendía y aprendía, y de tanto en tanto, le
dejaba leer alguno a su pequeña hija.
Su madre,
la reina se dedicaba a enseñar a leer, matemáticas y otras ciencias a los niños
ávidos de saber del reino. Y cuando la princesa algo no entendía ella sin
problema se lo explicaba.
Verán, yo
soy una princesa y me llamo Mireya, y no
cambiaría mi nombre pues significa mi estrella, y siempre he pensado que es
maravilloso saberse parte del firmamento, aun cuando ese universo se sienta a
veces lejano y por ser descubierto…
Soy una
princesa y de familia noble procedo, no se confundan. No es noble por su
historia heráldica, sino por su nobleza de corazón. Tengo un hermano mayor que
es inteligente y muy audaz, tanto que hace daño a sobremanera. Un hermano menor
que es pasional y alegre, gran cómplice y amigo. Y Sir Henry, un entregado a
proteger a la princesa heredera: Pues esa princesa representa: ” el grial de mi
familia, la alegría de nuestro corazón, el orgullo de mis apellidos, la belleza
de mis genes y sobre todo la heredera de todos nuestros corazones.” Así lo
describía en el libro de familia.
Mi padre,
como ya dije, es un rey viajero y guerrero que siempre busca batallas que
ganar, más por su bravura ha perdido algunas también. Sin embargo, la vida no
lo ha vencido aun, y mi madre, es la Reina que siempre enarbola la corona de la
rectitud, la enseñanza y el respeto.
La princesa
podía jugar, podía aprender, podía hacer y pedir lo que quisiera pues siempre
se sentía y sabía protegida y cuidada… Sus hermanos eran como tres pares de
ojos que la observaban y la celaban. Los brazos de su padre servían para
defenderla y los abrazos y palabras de su madre para decirle siempre que se
cuidara, que el reino podía ser a veces peligroso.
Un día, la
traviesa Mireya, ya más entrada en su adolescencia publicó este anuncio:
Soy una niña que creció como una pequeña princesa...
Rodeada de súbditos y complaciendo a los reyes de mi pequeño palacio de cristal:
Jugué en los jardines llenos de flores y subí a la torre más alta de mi castillo.
Encerré a mis miedos en un calabozo y desaté el dragón que llevo dentro.
Escapé de mi mundo, tomé mi blanco corcel y huí….Lejos, llegué a otro reino.
Usaba armaduras para protegerme. Ya las cambié por un delicado vestido color rosa.
Hoy me siento princesa de cuento sin hadas… Y condenada a soñar:
Busco un caballero: con espada y armadura dorada.
Quiero un escudero que llegue con mil rosas hasta mi ventana.
Busco un príncipe azul o de cualquier color… en realidad de muchos colores:
Blanco: debe ser bondadoso, pero no inocente.
Naranja: que sea atractivo, siempre creativo.
Verde : que nunca pierda la esperanza, que sea fresco y estable
Amarillo: que sepa ver la alegría en todo, y me contagie energía.
Púrpura: no importa que no sea de la nobleza, me interesa más que sea ambicioso.
Rodeada de súbditos y complaciendo a los reyes de mi pequeño palacio de cristal:
Jugué en los jardines llenos de flores y subí a la torre más alta de mi castillo.
Encerré a mis miedos en un calabozo y desaté el dragón que llevo dentro.
Escapé de mi mundo, tomé mi blanco corcel y huí….Lejos, llegué a otro reino.
Usaba armaduras para protegerme. Ya las cambié por un delicado vestido color rosa.
Hoy me siento princesa de cuento sin hadas… Y condenada a soñar:
Busco un caballero: con espada y armadura dorada.
Quiero un escudero que llegue con mil rosas hasta mi ventana.
Busco un príncipe azul o de cualquier color… en realidad de muchos colores:
Blanco: debe ser bondadoso, pero no inocente.
Naranja: que sea atractivo, siempre creativo.
Verde : que nunca pierda la esperanza, que sea fresco y estable
Amarillo: que sepa ver la alegría en todo, y me contagie energía.
Púrpura: no importa que no sea de la nobleza, me interesa más que sea ambicioso.
Rojo: ya que es imprescindible ser apasionado.
Azul: pues quiero que sea sincero, inteligente y leal .
Azul: pues quiero que sea sincero, inteligente y leal .
Y de color negro; pues se precisa ser elegante y formal.
Busco un soberano de corazón compatible, que pelee las justas conmigo y
algunas por mí.
Nada ocurre por casualidad; sí por causalidad. Y en un tiempo y en un lugar: te encontraré.
Serás de muchos matices, y pintarás mi vida de colores.
Recompensa: el corazón de esta princesa ilusionada.
Nada ocurre por casualidad; sí por causalidad. Y en un tiempo y en un lugar: te encontraré.
Serás de muchos matices, y pintarás mi vida de colores.
Recompensa: el corazón de esta princesa ilusionada.
Su padre
pensó que no era momento de pensar en eso. Sus hermanos le dijeron que los
príncipes no existían, que eran más bien sapos disfrazados y que había que
tener cuidado. Y su madre, bueno…. Al leer tal anuncio tembló de miedo de que
la princesa estuviera creciendo demasiado rápido.
El anuncio
fue mandado a retirar por el mismísimo Rey, pues él le explicaba que él siempre
sería su príncipe, y ella su princesa.
Más harta
la princesa, un día decidió mirar al cielo y ahí se dio cuenta de lo que
sucedía. Ella en realidad vivía en una bola de cristal mágica, pues estaba
diseñada para protegerla.
El cielo
escondía detrás de ese gran cristal al sol, la luna, la lluvia, la nieve… Tanto
había leído la princesa que no se había dado cuenta de que nunca se mojaba en
un charco, o salía a jugar con una nevada o un temporal o se quemaba con el sol
o pedía un deseo a la luna…
Conforme
fue creciendo, más se hartaba de la situación, sentía que se ahogaba, que no
podía respirar y se sentía triste por querer huir de todos ellos.
Un día,
cuando la princesa pasó la mayoría de edad, ocurrió una tormenta tan fuerte,
con bolas de granizo tan grandes, que a la bola de cristal se le hizo una
grieta… Ella entonces, se subió a su blanco córcel llamado Pegaso, tal y como aquel
del Dios griego Zeus y corrió y corrió y corrió… dejando una simple nota: “Voy
a conocer el mundo del otro lado del cristal, no se cuándo volveré”.
Así llegó
al viejo continente… Y esto fue lo que pasó… Su personalidad cada vez se
tornaba más triste y no sabía por qué. Si bien disfrutaba viajar y hacer
amigos, algo faltaba… Verán:
“La princesa de mis cuentos es siempre la misma:
alegre, divertida, asertiva, sonriente, amable, gentil… todo lo que se
esperaría de una princesa de cuentos. Sin embargo, la dulce y tierna princesa
no es rubia ni tiene largos cabellos, eso ya lo sabemos, pues al contrario,
tiene su cabello corto, ondulado e indomable como su carácter. Y aunque le ha
costado, se siente bien habitando su piel (la mayoría de las veces). Por
supuesto que esta princesa también llora por el príncipe, pero a veces
simplemente llora por llorar, sin saber exactamente por qué. Le pone nombre a
sus nostalgias, escribe sobre ellas, y al igual que sus emociones, guarda sus
pensamientos en un baúl bajo llave.
La princesa se educó en las mejores escuelas europeas.
Estudió la carrera de la nobleza: humanidades y diplomacia. Es inteligente, le
encanta perderse en los libros que cuentan historias de otros reinos, habla
diferentes idiomas y es ante todo una romántica empedernida, soñadora,
juguetona, tímida pero atrevida, ingenua y consentida.
Tiene como la realeza un poco de soberbia, es también
altanera, preciosa, caprichosa, orgullosa y muy gastalona. Aunque enamoradiza,
esta princesa no es como todas las princesas pues ella no está dispuesta a
convertirse en esposa de nadie sin amor, o por mera tradición o presión del
reino que habita. De hecho, más que un esposo, quiere un amigo cómplice y
compañero de viajes y aventuras. Ni tampoco quiere vestir elegantes y largos
vestidos con el cabello bien peinado, al menos que la ocasión lo amerite, sí le
gusta presumir de sus únicas joyas. Ella prefiere su alborotada cabellera
ondulada a usar una tiara, busca algo distinto, tiene un alto instinto de
aventura, es fuerte, es valiente y es todo menos una damisela en peligro, no
obstante, de tanto en tanto, precisa ser salvada…sobre todo de sí misma.
Si bien es muy generosa sólo piensa en lo que otros
quieren de ella, y olvida frecuentemente lo que quiere para sí misma. En su
momento, estuvo de acuerdo en volver a su palacio pensando que allí ella sería
feliz, pero consciente de que nunca vería a quien creía sería su verdadero amor
de nuevo, ahora quería que su aguerrida personalidad le permitiera tomar las
riendas de su propio destino. Ella sólo desea conocer gente nueva, viajar
a nuevos lugares y tomar sus propias decisiones. Querer a mil príncipes antes
de decidirse por uno sólo. Ver otros reinos y culturas. Probar otras
gastronomías. Vivir su creatividad al máximo.
Pero nuestra princesa vive constantemente en profundo
sueño, su apetito cambia con las estaciones, es impulsiva, culta, directa,
indecisa, con un temperamento explosivo, apasionada… ¡Uy!, ¡Cuántas cosas es
esta princesa! Heredera de sueños y cumplidora de metas. Si bien nuestra
princesa puede parecer normal, algo no va bien con su cabeza y sus estados de
ánimo. Según los mejores alquimistas del reino está “trastornada”, y este es su
reporte: pues es irritable, duerme tanto como noches pasa en profunda quimera,
tiene manías que traduce en la creatividad de sus poesías, y su ansiedad es
respuesta a su constante necesidad de huida. Se llena de melancolía y
desesperanza, como de ánimo y ganas por comerse el mundo. Y aunque su locura no
tiene remedio, la solución está en ella. No olvidemos que eso es lo que la hace
auténtica y única. Nuestra princesa padece un mix de algo llamado trastorno
bipolar ("Mal humor", depresión crónica). Es una “locuela”
reconocida pues su “mal” finalmente tiene nombre. Pero sepan algo, la princesa
está tranquila pues comparte su "desorden" con otras princesas como
Lady Di y Audrey Hepburn, actrices como Catherine Zeta Jones, Carrie Fisher o
Marilyn Monroe, con otros escritores y poetas como Edgar Allan Poe, Virginia
Woolf, Emily Dickinson, Charles Dickens, Hemingway y Herman Hesse, artistas
como Vincent Van Gogh, Sinatra o Beethoven, científicos como Newton o líderes
como Lincoln, Roosevelt, y Churchill. ¡Con cuántos grandes comparte su
genialidad y locura!. La princesa es feliz y está triste. Es guerrera y por eso
está en constante batalla: con el mundo y consigo misma. Tiene sus afanes y
apatías. Sus melancolías y alegrías. Tiene sus miedos y valentías. Tiene sueños y no
duerme. La princesa de mis cuentos por si no lo sabían, soy yo: Mireya”…
(continuará).
No hay comentarios:
Publicar un comentario