martes, 25 de febrero de 2014

Mi máscara...


Por Mireya Cerrillo.

Una persona muy importante para mí me repite constantemente: “la vida es un teatro y hay que interpretar nuestro mejor papel”. A tan sabias palabras habría que añadir lo que Charles Chaplin decía: “la vida no permite ensayos, así que hay que vivir intensamente antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos…”
Si bien la vida es un teatro, yo no soy actor. Sin embargo, preciso del uso de máscaras para dar mi mejor presentación. Las máscaras que durante siglos han representado al teatro tienen nombre: Talía y Melpómene. La comedia y la tragedia, esta pareja de máscaras que además de figurar un símbolo en el teatro, también se usan para representar el trastorno clínico bipolar, dentro del cual se encuentra la ciclotimia.
Yo que soy humanista, artista, racional y que le busco un sentido y significado a todo aquello que me sucede, finalmente entendí. Así como Talía es la musa de la comedia que presidía los banquetes animados por la música y el canto, y que lleva por atributos una corona de hiedra y en la mano una máscara sonriente. Melpómene por su parte es la musa de la tragedia, a quien se le representa como una matrona majestuosa y calzando el cornuto, en una de sus manos sostiene un cetro y una corona y en la otra un puñal. Se halla rodeada de fortalezas, armas y laureles y a su arrogancia se une la tristeza de la soledad. Ambas se encuentran en forma de estatuas en los museos del Vaticano y del Louvre.
Entendí el porqué de su uso. La comedia y la tragedia como máscaras a diferentes estados anímicos. Por un lado, la expresión de lo chispeante y alegre, y por el otro la tristeza y la tragedia. ¡Qué amplio rango de emociones pueden sugerir un par de máscaras! ¡Cuánta personalidad de proporciones maniaco-depresivas detrás del telón del teatro que es la vida! El gozo y la pena, la alegría y la tristeza: aspectos intrínsecos a la condición humana.
Como todos los seres humanos, a veces unos disfrutan con gran alegría y comparten todo aquello que poseen. Otros simplemente no saben ni disfrutar, ni compartir su belleza y su fortuna, de ahí que nunca sean felices.
Según la historia, el nacimiento de la máscara surge en el momento en que se produce la conciencia de uno mismo, es decir, cuando surge la necesidad de representar diferentes emociones y papeles.
El uso de la máscara encierra culturalmente diferentes y profundos secretos y significados, relacionándose con la íntima esencia de la dicotomía del bien y el mal, de la alegría y la tristeza, del hombre y el cosmos. En Grecia, Roma, Egipto, en África, en los carnavales, para usos ceremoniales y religiosos, y en los mayas para preservar eternamente la entidad anímica de quien la portaba. Máscaras para el entretenimiento y el anonimato. La máscara como una prolongación del rostro.
La función comienza cada mañana y termina por la noche al encontrarse cara cara consigo mismo, sin máscaras, con los demonios propios, sin personajes, sino como persona.
En México se usan para proveer de un aura de cierto misterio a los luchadores profesionales. Creo que de todas las descripciones que encontré del uso de las máscaras, decido quedarme con esta, después de todo soy mexicana y en la lucha libre se usan también para fortalecer su personaje, es decir, alusivas a su nombre o apodo.

A partir de hoy y como siempre lo he sido: seré luchadora, libre, sonriente siempre y triste a veces.


lunes, 24 de febrero de 2014

No me explicaste...


Por Mireya Cerrillo.
Viví un ensueño lejano a lo real.
Cercano a lo etéreo y lo fugaz.
Hoy es una triste desolación,
pues para ti fue fácil decirme adiós.

Preciso dejarte ir.
Olvidar mi mejor ilusión.
Dejar de sentirme gris,
dentro de este loco corazón.

Es imposible intentar el reencuentro.
Es doloroso vivir de fantasías.
Sólo quiero saber que no fue un sueño.
Y que cada caricia frustrada, fue más que una de mis poesías.

Eras la sal que mi vida endulzaba.
El amor que alegría en mi causaba.
El inesperado juego que conocí.
El deseo que decidiste concluir.

En suspenso así lo dejaste.
Mas el sentimiento no logro desaparecer.
Quisiera mis besos te los llevara el viento.
Quisiera borrar la ilusión con este desconsuelo.

Fuiste el maestro que me enseñó a compartir.
A quererte sin miedo ni complejo.
Eso fue ayer: la historia de un dulce frenesí.
Hoy: es decir te amo en la afonía de un simple arrebato.

Fui tu aprendiz. Me enseñaste a no temer.
A ser entrega sin preguntas.
Al mundo con tus ojos ver.
A escuchar tu música sin dudas.

Eres todo esto que fuertemente siento:
intenso, oscuro y misterioso.
La luz aún dentro de mí.
Tu voz que no calla y dice: brevemente fui de ti.

Aprendí a no esperar.
A disfrutar la sonrisa de tu mirada.
A describir el amor con mis palabras.
A sanar tu silencio y ausencia con mis lágrimas.

Más, ¿cómo curar la mentira?
¿Cómo sanar ésta herida?
No pensé necesitarlo.
Aprender a superarlo.

Y es que de todo lo que aprendí de ti.
De todo lo increíble que me enseñaste.
No me explicaste a vivir así.
A anhelarte tanto. A olvidarte, a ser sin ti. 


martes, 11 de febrero de 2014

La princesa de mis cuentos...

“When she was down she was very down, but when she was high she could fly.”
Por Mireya Cerrillo.
La princesa de mis cuentos es siempre la misma: alegre, divertida, asertiva, sonriente, amable, gentil… todo lo que se esperaría de una princesa de cuentos. Sin embargo, la dulce y tierna princesa no es rubia ni tiene largos cabellos, al contrario, tiene su cabello corto, ondulado e indomable como su carácter. Y aunque le ha costado, se siente bien habitando su piel (la mayoría de las veces). Por supuesto que esta princesa también llora por el príncipe, pero a veces simplemente llora por llorar, sin saber exactamente por qué. Le pone nombre a sus nostalgias, escribe sobre ellas, y al igual que sus emociones, guarda sus pensamientos en un baúl bajo llave.
La princesa se educó en las mejores escuelas europeas. Estudió la carrera de la nobleza: humanidades y diplomacia. Es inteligente, le encanta perderse en los libros que cuentan historias de otros reinos, habla diferentes idiomas y es ante todo una romántica empedernida, soñadora, juguetona, tímida, ingenua y consentida. Tiene como la realeza un poco de soberbia, es también altanera, preciosa, caprichosa, orgullosa y muy gastalona.
Aunque enamoradiza, esta princesa no es como todas las princesas pues ella no está dispuesta a convertirse en esposa de nadie sin amor, o por mera tradición o presión del reino que habita. Ni tampoco quiere vestir elegantes y largos vestidos con el cabello bien peinado. Ella prefiere su alborotada cabellera ondulada, busca algo distinto, tiene un alto instinto de aventura, es fuerte, es valiente y es todo menos una damisela en peligro, no obstante de tanto en tanto, precisa ser salvada…sobre todo de sí misma.
Si bien es muy generosa sólo piensa en lo que otros quieren de ella, y olvida frecuentemente lo que quiere para sí misma. En su momento, estuvo de acuerdo en volver a su palacio pensando que allí ella sería feliz, pero consciente de que nunca vería a su verdadero amor de nuevo, ahora su aguerrida personalidad le permite tomar las riendas de su propio destino. Ella sólo desea conocer gente nueva, viajar a nuevos lugares y tomar sus propias decisiones. Querer a mil príncipes antes de decidirse por uno sólo. Ver otros reinos y culturas. Probar otras gastronomías. Vivir su creatividad al máximo.
Pero nuestra princesa vive constantemente en profundo sueño, su apetito cambia con las estaciones, es impulsiva, culta, directa, indecisa, con un temperamento explosivo, apasionada… ¡Uy!, ¡Cuántas cosas es esta princesa! Heredera de sueños y cumplidora de metas. Si bien nuestra princesa puede parecer normal, algo no va bien con su cabeza y sus estados de ánimo. Según los mejores alquimistas del reino está “trastornada” pues es irritable, duerme tanto como noches pasa en profunda quimera, tiene manías que traduce en la creatividad de sus poesías, y su ansiedad es respuesta a su constante necesidad de huida. Se llena de melancolía y desesperanza, como de ánimo y ganas por comerse el mundo. Y aunque su locura no tiene remedio, la solución está en ella. No olvidemos que eso es lo que la hace auténtica y única. Nuestra princesa padece un mix de algo llamado distimia ("Mal humor", depresión crónica) y ciclotimia. ("Bipolaridad leve"). Es una “locuela” reconocida pues su “mal” finalmente tiene nombre.
Pero la princesa está tranquila pues comparte su "desorden" con otras princesas como Lady Di y Audrey Hepburn, actrices como Catherine Zeta Jones, Carrie Fisher o Marilyn Monroe, con otros escritores y poetas como Edgar Allan Poe, Virginia Woolf, Emily Dickinson, Charles Dickens, Hemingway y Herman Hesse, artistas como Vincent Van Gogh, Sinatra o Beethoven, científicos como Newton o líderes como Lincoln, Roosevelt, y Churchill. ¡Con cuántos grandes comparte su genialidad y locura!.
La princesa es feliz y está triste. Es guerrera y por eso está en constante batalla: con el mundo y consigo misma. Tiene sus afanes y apatías. Sus melancolías y alegrías. Tiene sus miedos y sus valentías. Tiene sueños y no duerme. La princesa de mis cuentos por si no lo sabían, soy yo.

lunes, 3 de febrero de 2014

Poesía de una pena...

Por Mireya Cerrillo.

En realidad soy un ser vacío lleno de agonía y nostalgia. Una soledad incomprendida. Una sonrisa fingida. Incrédula de mi propia genialidad. Y este constante pensamiento catastrófico.
Pero soy poeta y me niego a la depresión, por eso busco su belleza. Así, a la tristeza le llamo melancolía. Al desinterés: abandono. Al insomnio: profunda quimera. A la angustia: desasosiego. Al apetito: deseo. Y a los pensamientos suicidas: desesperanza.
Síntomas de una pena hecha poesía.



Fuimos...


"Fuimos la indefinición que nos debe el tiempo"
Por Mireya Cerrillo.

Casi fuimos todo y ahora somos nada.
Por un rato fuimos más que amigos,
y nos quedamos con la ausencia y la distancia.
Yo sigo en busca de ser tu abrigo.

Fuimos más que música y palabras.
Mil confesiones pactadas.
Era algo así como perfecto:
el pretexto de un reencuentro.

Fuimos más que letras.
La sombra de una apariencia.
Fuimos una mirada.
Frases hoy borradas.

Quise darte todo y me dejas con las ganas.
Ilusionada, confundida y lastimada.
Un adiós que se va en el sueño,
con la noche y tu silencio.

Fuiste un accidente gramatical:
la sinrazón de mis poesías.
Fuimos la breve cura a la soledad.
La luz que en mi latía.

Fuimos lo que fuimos y somos lo que somos.
Este tiempo entre te quiero y te olvido.
Lo que aún entender intento y no consigo.
Un libro escrito en varios tomos.

Fuimos lo que nos dimos.
Una mentira. Una ilusión. Un descuido.
Seré tu fruto prohibido.
De amor fuimos un timo.

Fuimos un deseo de madrugada.
La expresión de un capricho.
Más que nada, eso fuimos.
Una quimera consensuada.

Y nos quedamos en silencio y con la nada.
Fuimos para ser en otro tiempo.
Un cuento breve. Una gran historia.
Fuimos esto que aún siento.

No sé qué fuimos cuando fuimos.
Nos vimos. Sentimos. Huimos.
Somos este sin querer. Este doler.
Fuimos todo lo que pudimos ser.


sábado, 1 de febrero de 2014

Carta a Ángeles Mastretta...




Por Mireya Cerrillo.

La conocí por primera vez en su libro más vendido. La leí, releí y volví a leer mientras vivía como estudiante en la ciudad condal. Ahí, en la distancia me enamoré de sus letras, me encandilé de su Puebla que es la mía. Del México que entonces echaba de menos, y de la ciudad cuya época describía y me parecía habitada por mi abuela con su pensar, su sentir, su cocina, sus remedios, sus lamentos y sus conventos.
Hice amigos europeos a quienes regalé sus libros, porque en efecto y me consta, sus libros se han traducido a varios idiomas y yo los encontré para compartir al mundo su genialidad, y darles a conocer mi tierra y sus letras. La regalé en inglés, en italiano, en francés e incluso en griego la hallé en aquella librería que visité expresamente en Atenas. Y cuando tuve que volver a México, dejé mi colección personal de sus títulos en legado a mis más apreciadas amistades. Cuánto me apena pues algunos títulos están agotados en la editorial, o al menos eso me dijeron.
Puedo decir que he leído todos sus libros publicados, o al menos los que poquito a poco he encontrado (casi segura sí son todos), y su blog, y en donde me la encuentre. Cuando regresé a Puebla hace poco más de un año y supe que estaría promocionando su más reciente libro, sentí literalmente, “la emoción de las cosas”, de todas esas cosas traducidas en unas locas ganas de verla y conocerla.
Mi mejor amigo que trabaja ahí, días antes ya me lo dijo: “tu Ángeles va a venir a la uni, obvio tienes que venir”. Corría el mes de abril y lo apunté en mi agenda, creé un recordatorio en el celular, y ese día el tránsito, las circunstancias y la vida parecían oponerse pues me impedían llegar a tiempo tal y como con tiempo lo había previsto. Llegué tarde a la prestigiosa Universidad, pero a tiempo para escucharla y a tiempo para coincidir con ella un momento.
La escuché leer sus textos y me dio pena (de vergüenza) (hago la distinción porque ella también tiene esa pega)… me dio pena (ajena) la actitud de la juventud, de algunos y su desidia. Yo sin embargo, la sentí y me perdí en sus historias y cuando hubo recogido su reconocimiento, literalmente yo que estaba hasta el fondo del gran salón, salí del aula, compré su libro (porque claro, el mío con la emoción lo olvidé) y aún me dio tiempo para correr tras ella.
Unas fanáticas más jóvenes que yo, también la persiguieron…tantas, que a la mera hora cambiaron el lugar donde firmaría libros. Yo como su sombra, no me le despegué. Ese era mi más esperado momento. Nos pasaron a una salita pequeñita, en un inicio a unas 15-20 personas. Entonces, me percaté que mi celular se había quedado sin batería, y yo que tengo el alma viajera y me gusta inmortalizar recuerdos en fotos, ese día tampoco llevaba mi cámara. Le pedí a otra chica que por favor me tomara una foto y que fuera tan amable de enviármela. Fue más que amable de hacerlo. Cuando llegó mi turno, me senté junto a ella. En la foto del recuerdo estoy con una pose de confesión y cara de sorpresa más terribles que doy pena (también de vergüenza, o quizás también algo de pena, penita, pena). Me firmó mi libro, me preguntó algo, le dije en pocas palabras cuánto la admiraba, pero seguramente las 15 chamacas de antes le habrán dicho lo mismo y ella habrá pensado: “otra fan, más de lo mismo”. Y cuando le conté mi breve historia, firmó su libro, que ahora es mío con las siguientes inmortales palabras: “Para Mireya, por la nostalgia”.
Porque así la conocí, en la nostalgia de la distancia de mi tierra que en la añoranza, sentí y lloré con sus letras. Hace casi un año de aquel día y justo anoche terminé el libro que ese día compré (sí, apenas, porque leo mucho y a ratitos, aunque siento que es poco lo que leo…¡y me doy pena!) y me gusta sentir que aunque de otra generación, otro tiempo y otras letras, su manera de escribir podría ser la mía. (Ojalá, ya quisiera). Pero Ángeles Mastretta (si algún día llego a ser una escritora publicada como ella), será de mis referentes y mis ideales. Me gusta pensar que en esta ciudad un día me la voy a encontrar y me animaré a interrumpir su “lo que sea que esté haciendo” para pedirle otro autógrafo, quizás mejor otra foto, o si tengo suerte, una tarde de café. Quizás entonces mejor me la encuentre en Venecia, o mientras intenta pasar desapercibida por alguna plaza o museo de Europa la tomaré "in fraganti".
Me gusta pensar en las pocas cosas que quizás tenemos en común: Ella como yo es libra. Es poblana. Tiene los ojos grandes. Le apasionan los volcanes. Le encanta el caribe. Le gusta Jane Austen y Sor Juana. Vive el conjuro de Isabel como un tatuaje. Tristea de vez en cuando. Canta. Sueña. Y por supuesto, escribe. Estoy segura de que si no me la encuentro en Puebla o en Venecia, quizás entonces nos veamos en la luna, pues yo también deambulo mucho por ahí. Ah, y aunque lo exprese con palabras más sutiles y educadas, ella también cree que las mujeres inteligentes se enamoran como idiotas, o de idiotas, o de los dos… (Quizás eso sólo lo diga yo).
Apenas fui a tomar un café con una amiga, quizás era una cerveza. A quien después de haberle contado mi “tragi-comedia” amorosa me dijo: “En serio que tú vives un libro de Ángeles Mastretta, ya sé que eres fan, pero no inventes…” Me dio risa, y me dio pena. Obvio de las dos.
En fin, que esta carta es mi intento de agradecerle por permitir perderme en la época de mi abuela y de tantas abuelas. Por inspirarme a conocer otro México, tantos Méxicos y otras Pueblas. Por regalarme en sus personajes a las tantas mujeres que me enseñan a sentir y a querer de mil maneras, y sobre todo a ser como ellas: soñadora y guerrera. Y aunque sea delito osar poner su nombre junto al mío en éste mi humilde blog, con suerte un día o una noche llegará a Ud. esta misiva y quizás seré parte breve de la historia detallada de sus días, aunque sólo me regale un adjetivo o dos.
Gracias Ángeles Mastretta por la nostalgia, por sus letras y la emoción de las cosas.

Suspiro...

Por Mireya Cerrillo.

Inicia lentamente en una aspiración profunda,
recorre mi pecho y llega hasta el alma.
Espiro amor y desconsuelo,
pesar y nostalgia en un tenue soplo.

Un evoco cubierto por la neblina del pasado,
que a veces gozo y esperanza para mañana lleva.
Ayer: pesadumbre, hartazgo y pena.
Hoy: un adiós, silencio y llanto.

Este constante y fuerte sentir mío,
es un pensamiento que se volvió aire.
Todo lo que dentro de mí rememoro,
lo que a este loco corazón inspire.

Es un suspiro el despertar de una agonía.
La expresión de un latir suave y tenue.
Es mi ser que de amor delira.
Es el final de una risa que ligeramente muere.

Es una historia de amor breve
que se resume en una poesía:
ligera, triste o alegre,
es el viento del alma mía.

La vida inicia con este sutil quejido.
El amor se enuncia mejor con ese alegre y final gemido.
La nostalgia busca su salida en un triste sollozo.
La muerte llega con este efímero lamento.

Existir es un fugaz suspiro. Es todo esto que vibro.        
Mientras me esfuerzo por mostrar una sonrisa falsa,
la vida pasa cual las páginas de un inquieto libro,
con episodios ardientes para quien ama.

Son los besos que se quedaron en promesas.
El reencuentro que se convirtió en deuda.
Tierna brisa de amor mi desventura.
Este sin aliento del que ahora soy presa.

Suspiro una queja.
Suspiro mi condena.
Suspiro la distancia.
Suspiro tu ausencia.