Por Mireya Cerrillo.
La conocí por primera vez en su
libro más vendido. La leí, releí y volví a leer mientras vivía como estudiante
en la ciudad condal. Ahí, en la distancia me enamoré de sus letras, me
encandilé de su Puebla que es la mía. Del México que entonces echaba de menos,
y de la ciudad cuya época describía y me parecía habitada por mi abuela con su
pensar, su sentir, su cocina, sus remedios, sus lamentos y sus conventos.
Hice amigos europeos a quienes
regalé sus libros, porque en efecto y me consta, sus libros se han traducido a
varios idiomas y yo los encontré para compartir al mundo su genialidad, y
darles a conocer mi tierra y sus letras. La regalé en inglés, en italiano, en
francés e incluso en griego la hallé en aquella librería que visité expresamente
en Atenas. Y cuando tuve que volver a México, dejé mi colección personal de sus títulos en legado a mis más apreciadas amistades. Cuánto me apena pues algunos títulos están agotados en la editorial, o al menos eso me dijeron.
Puedo decir que he leído todos
sus libros publicados, o al menos los que poquito a poco he encontrado (casi
segura sí son todos), y su blog, y en donde me la encuentre. Cuando regresé a
Puebla hace poco más de un año y supe que estaría promocionando su más reciente
libro, sentí literalmente, “la emoción de las cosas”, de todas esas cosas
traducidas en unas locas ganas de verla y conocerla.
Mi mejor amigo que trabaja ahí, días antes ya me lo dijo: “tu Ángeles va a venir a la uni, obvio tienes que
venir”. Corría el mes de abril y lo apunté en mi agenda, creé un recordatorio
en el celular, y ese día el tránsito, las circunstancias y la vida parecían
oponerse pues me impedían llegar a tiempo tal y como con tiempo lo había
previsto. Llegué tarde a la prestigiosa Universidad, pero a tiempo para
escucharla y a tiempo para coincidir con ella un momento.
La escuché leer sus textos y me
dio pena (de vergüenza) (hago la distinción porque ella también tiene esa pega)…
me dio pena (ajena) la actitud de la juventud, de algunos y su desidia. Yo sin embargo, la
sentí y me perdí en sus historias y cuando hubo recogido su reconocimiento,
literalmente yo que estaba hasta el fondo del gran salón, salí del aula, compré su libro (porque claro, el mío con la emoción lo olvidé) y aún me dio tiempo
para correr tras ella.
Unas fanáticas más jóvenes que yo, también la persiguieron…tantas, que a la mera hora cambiaron el lugar donde
firmaría libros. Yo como su sombra, no me le despegué. Ese era mi más esperado
momento. Nos pasaron a una salita pequeñita, en un inicio a unas 15-20
personas. Entonces, me percaté que mi celular se había quedado sin batería, y yo
que tengo el alma viajera y me gusta inmortalizar recuerdos en fotos, ese día tampoco
llevaba mi cámara. Le pedí a otra chica que por favor me tomara una foto y que
fuera tan amable de enviármela. Fue más que amable de hacerlo. Cuando llegó mi
turno, me senté junto a ella. En la foto del recuerdo estoy con una pose de
confesión y cara de sorpresa más terribles que doy pena (también de vergüenza,
o quizás también algo de pena, penita, pena). Me firmó mi libro, me preguntó
algo, le dije en pocas palabras cuánto la admiraba, pero seguramente las 15 chamacas
de antes le habrán dicho lo mismo y ella habrá pensado: “otra fan, más de lo
mismo”. Y cuando le conté mi breve historia, firmó su libro, que ahora es mío
con las siguientes inmortales palabras: “Para Mireya, por la nostalgia”.
Porque así la conocí, en la
nostalgia de la distancia de mi tierra que en la añoranza, sentí y lloré con sus
letras. Hace casi un año de aquel día y justo anoche terminé el libro que ese
día compré (sí, apenas, porque leo mucho y a ratitos, aunque siento que es poco
lo que leo…¡y me doy pena!) y me gusta sentir que aunque de otra generación,
otro tiempo y otras letras, su manera de escribir podría ser la mía. (Ojalá, ya
quisiera). Pero Ángeles Mastretta (si algún día llego a ser una escritora
publicada como ella), será de mis referentes y mis ideales. Me gusta pensar que
en esta ciudad un día me la voy a encontrar y me animaré a interrumpir su “lo
que sea que esté haciendo” para pedirle otro autógrafo, quizás mejor otra
foto, o si tengo suerte, una tarde de café. Quizás entonces mejor me la
encuentre en Venecia, o mientras intenta pasar desapercibida por alguna plaza o
museo de Europa la tomaré "in fraganti".
Me gusta pensar en las pocas
cosas que quizás tenemos en común: Ella como yo es libra. Es poblana. Tiene los
ojos grandes. Le apasionan los volcanes. Le encanta el caribe. Le gusta Jane Austen y Sor Juana. Vive el conjuro de Isabel como
un tatuaje. Tristea de vez en cuando. Canta. Sueña. Y por supuesto, escribe. Estoy
segura de que si no me la encuentro en Puebla o en Venecia, quizás entonces nos
veamos en la luna, pues yo también deambulo mucho por ahí. Ah, y aunque lo exprese con
palabras más sutiles y educadas, ella también cree que las mujeres inteligentes
se enamoran como idiotas, o de idiotas, o de los dos… (Quizás eso sólo lo diga
yo).
Apenas fui a tomar un café con
una amiga, quizás era una cerveza. A quien después de haberle contado mi “tragi-comedia”
amorosa me dijo: “En serio que tú vives un libro de Ángeles Mastretta, ya sé que
eres fan, pero no inventes…” Me dio risa, y me dio pena. Obvio de las dos.
En fin, que esta carta es mi intento
de agradecerle por permitir perderme en la época de mi abuela y de tantas
abuelas. Por inspirarme a conocer otro México, tantos Méxicos y otras Pueblas.
Por regalarme en sus personajes a las tantas mujeres que me enseñan a sentir y
a querer de mil maneras, y sobre todo a ser como ellas: soñadora y guerrera. Y aunque
sea delito osar poner su nombre junto al mío en éste mi humilde blog, con
suerte un día o una noche llegará a Ud. esta misiva y quizás seré parte breve
de la historia detallada de sus días, aunque sólo me regale un adjetivo o dos.
Gracias Ángeles Mastretta por la nostalgia, por sus
letras y la emoción de las cosas.
4 comentarios:
Muy bella carta, Mireya. Tanto que si algún día trotamundo pasa por Colonia, en Alemania, me gustaría que mastretteásemos un buen rato con un vaso de bon vino, como dijo Gonzalo de Berceo. Vale, y feliz fin de semana.
Mi dirección : r.bada.hansen@gmail.com
Cierto, la nostalgia nos lleva a escribir, escribimos y volvemos a vivir.
Y creo que yo estuve ahí, ¿Bailaban tango afuera?
Saludos
¿Starbucks? hora si, no pos no ¡pena ajena!
Angeles Mastretta • hace una hora
Querida Mireya: Muchas gracias por la hermosa carta. Y por el cariño. Sentí que esa mañana no pudiéramos hablar por más tiempo. No fue la reunión más afortunada ni con el público más entendido, pero qué importa si ahí estabas y lo disfrutaste tú. No pude agradecerla en tu blog porque nunca puedo dejar mensajes en los blogs. Por eso le pedí a quien se hace cargo de nuestros comentarios, aquí, que quitara todas las trabas para entrar. Yo no sé lo que es el URL. ) si alguien me orienta se los agradeceré). Sin embargo, sé que vendrás por este rumbo, a mastrettear.
Chicos todos, gracias por el día.
Es en serio que ella contesto???
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