Por Mireya Cerrillo.
En realidad soy un ser vacío
lleno de agonía y nostalgia. Una soledad incomprendida. Una sonrisa fingida. Incrédula
de mi propia genialidad. Y este constante pensamiento catastrófico.
Pero soy poeta y me niego a la
depresión, por eso busco su belleza. Así, a la tristeza le llamo melancolía. Al
desinterés: abandono. Al insomnio: profunda quimera. A la angustia: desasosiego.
Al apetito: deseo. Y a los pensamientos suicidas: desesperanza.
Síntomas de una pena hecha
poesía.
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