Por Mireya Cerrillo.
Viví un ensueño
lejano a lo real.
Cercano a
lo etéreo y lo fugaz.
Hoy es una
triste desolación,
pues para ti
fue fácil decirme adiós.
Preciso
dejarte ir.
Olvidar mi
mejor ilusión.
Dejar de
sentirme gris,
dentro de
este loco corazón.
Es imposible
intentar el reencuentro.
Es doloroso
vivir de fantasías.
Sólo quiero
saber que no fue un sueño.
Y que cada
caricia frustrada, fue más que una de mis poesías.
Eras la sal
que mi vida endulzaba.
El amor que
alegría en mi causaba.
El inesperado
juego que conocí.
El deseo
que decidiste concluir.
En suspenso
así lo dejaste.
Mas el
sentimiento no logro desaparecer.
Quisiera mis
besos te los llevara el viento.
Quisiera borrar
la ilusión con este desconsuelo.
Fuiste el
maestro que me enseñó a compartir.
A quererte
sin miedo ni complejo.
Eso fue
ayer: la historia de un dulce frenesí.
Hoy: es decir te
amo en la afonía de un simple arrebato.
Fui tu
aprendiz. Me enseñaste a no temer.
A ser
entrega sin preguntas.
Al mundo
con tus ojos ver.
A escuchar
tu música sin dudas.
Eres todo
esto que fuertemente siento:
intenso,
oscuro y misterioso.
La luz aún
dentro de mí.
Tu voz que
no calla y dice: brevemente fui de ti.
Aprendí a
no esperar.
A disfrutar
la sonrisa de tu mirada.
A describir el amor con mis palabras.
A sanar tu
silencio y ausencia con mis lágrimas.
Más, ¿cómo
curar la mentira?
¿Cómo sanar
ésta herida?
No pensé necesitarlo.
Aprender a
superarlo.
Y es que de
todo lo que aprendí de ti.
De todo lo
increíble que me enseñaste.
No me
explicaste a vivir así.
A anhelarte tanto. A olvidarte, a ser sin ti.
A anhelarte tanto. A olvidarte, a ser sin ti.
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