“Nada importa morir. Pero no vivir
es horrible” Víctor Hugo.
Por Mireya Cerrillo.
Ya no escribe cosas alegres. Escribe
cosas tristes pues su sonrisa se la borró la desilusión.
Ya no escribe del amor, pues no hay
fantasía que contar.
Ya no escribe de la vida, pues no
hay razón por la cual respirar.
Ya no escribe sus aventuras, pues
no sabe quién las leerá.
Ya no escribe cosas bellas.
Tristezas y nada más.
Ya no escribe del paisaje ni de su
último viaje. Sólo escribe de la muerte, ¡qué ultraje!.
Pero al menos aún escribe.
Escribe una oda a la nostalgia y un
poema a la melancolía.
Describe sus lágrimas y sus
morriñas.
Le cuenta al mundo sus desesperanzas.
Llora en silencio su soledad y
acalla su alma frustrada.
Así es la tristeza, el camino más
corto a la renuncia.
Y ella renunció a escribir de cosas
sublimes.
Si pudiera apagar su vida con un
botón… o si pudiera.
Nada importa. Hace mucho que lo sabe.
No merece la pena sufrir, hace poco
que lo descubrió.
¡Qué pena! ¡Qué pena penita pena!