Por Mireya Cerrillo.
Hoy concluyo un pequeño peldaño más
en mi formación profesional: seré coach internacional certificado. Un coach es
una persona que trabaja en conjunto con otra para ayudarle a alcanzar metas,
resolver problemas, aprender y desarrollarse.
Desde que inicié el viaje de
introspección del coaching he pensado en las personas que han coincidido en mi
camino y que sin querer, se han convertido en invaluables coaches de vida, es
decir, que me han acompañado y guiado para hacer más, y ser mejor.
Sin lugar a dudas, una de esas
personas será mi abuelito, mi estrella celestial cuya luz es mi norte hacia la
sencillez y el bien. Mis padres y mis hermanos también han sido coaches en diferentes
momentos de mi vida, pues a veces no hay mejor consejo que una simple palabra
de consuelo.
Por eso, entendiendo entonces que el
coaching se trata de tener a alguien que cree en ti y te anima, que te guía
sobre cómo obtener información valiosa, y que te ayuda a ver las cosas desde
nuevas perspectivas y sobre todo a poner la mira en nuevos horizontes, es
momento de reconocer que indudablemente tengo una coach única y muy especial.
Paloma se ha convertido en todo lo
anterior y más: amiga, consejera, madre adoptiva, profesora y mentora. Una gran
mujer que con su manera de ser y darse a los demás me da constantes lecciones
de bondad y cariño.
Una profesional que con sus
experiencias me infunde a hacer más. Una académica ávida de diferentes ramas del
conocimiento que me empuja a seguir aprendiendo. Una emprendedora que me estimula
a cultivar mi curiosidad y creatividad. Una corredora que me inculca a mantener
una mente sana en un cuerpo sano... Toda ella me inspira a aspirar.
Es quizás su estilo sencillo pero
elegante, su personalidad fuerte y jovial, su paciencia para conmigo o su dedicación
y esfuerzo continuo. Innegablemente es su manera de comunicarse conmigo, y es
que aunque también ella hable muchos idiomas, aquel que tenemos en común es el
lenguaje de la complicidad y la confianza, ese que a veces no precisa de
palabras sino de miradas, que no requiere traducción ni dobles intenciones pues
nuestra relación es franca, es única y muy especial.
Está demás decir que la admiro, la
respeto y sobre todo que la quiero muchísimo… Agradezco el gran regalo de
coincidir. Valoro enormemente cada momento y palabra compartida, y sobretodo aprecio
la irrepetible esencia de su persona.
A ella dedico esta certificación en
coaching, esperando ser para otros lo que ella ha sido conmigo: una herramienta
de conocimiento y desarrollo personal. A ella que me ha obsequiado con su
invaluable presencia en mi vida la llave de la superación que estoy segura me
abrirá muchas cerraduras, correspondo el permitirme compartirle todo lo que
soy, lo que pienso y lo que siento.
A ti Paloma, simplemente Gracias
por ser y por estar en mi vida… y por permitirme ser parte de la tuya de la
manera más “peculiar” ;).
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