Cuetlaxóchitl “flor que se marchita”.
Por Mireya Cerrillo.
¿Qué
tiene de buena esta noche? ¿Qué la hace tan especial y diferente de las demás?
Pienso
y recuerdo sobre las noches buenas y navidades de antaño, cuando las cosas
tenían otro sentido y se respiraba otro aire festivo.
¿Cómo
olvidar el preludio a la navidad con las posadas mexicanas? Con el color de una
piñata, el calor del ponche. Las luces, las velas, los cantos… ¡cuánta fiesta
en esas tradiciones!.
La
corona, los villancicos, el árbol, los regalos, el pesebre, las luces, el tió
de Nadal, Santa Claus, los duendes… Costumbres de aquí, de allá, de todas partes.
Pienso
en cuando las navidades solían ser diferentes, cuando la cena venía en una
cubeta del KFC, cuando sólo éramos 5,
cuando en la sencillez de la fecha se guardaba la grandeza de cada uno de
nosotros… ¿Qué paso? El tiempo. Nos hicimos mayores, nos volvimos ambiciosos,
crecimos, y todo fue cambiando.
Estas
navidades no hubo posadas, no hubo cantos, no hubo fiesta, ni piñata, ni luces.
Estas navidades se llenaron de incredulidad, de añoranza, de reclamos, de cosas
para intentar llenar los vacíos.
Era
mejor cuando no entendía, cuando no intentaba entender. Era mejor cuando veía
con los ojos de la incredulidad y cuando realmente me sentía amada por todos. Y
no es que no me amen, simplemente es que lo siento diferente. El amor no tiene
explicación de cualquier forma. Era mejor cuando escuchaba con oídos de ilusión
y fantasía, de imaginar pisadas, y risas. Cuando la navidad tenía un olor de
hogar y no un aroma desconocido de familia sin igual. Cuando al tacto, todo se
sentía diferente.
Quizás
la fe me la devuelva el tiempo. Quizás el tiempo me quite lo Scrooge y lo
Grinch. Quizás lo Grinch me haga sobrevivir estas fechas….Quizás estas fechas
sólo sean eso: fechas. Quizás el secreto esté en mirar hacia dentro, en esperar
menos, en dar más, en ser yo finalmente, en volver al inicio. ¿Dónde está el
inicio?.
Quisiera
que las cosas fueran diferentes. Tal vez como antes. O serán mejor aun cuando
yo sea la responsable de la navidad de otros. No lo sé. Siempre queremos lo que
no tenemos y nos olvidamos de valorar lo que está en nosotros. Pero es que hoy
no me reconozco, no veo la luz de la navidad en mí.
Sigo
pensando y me sigo cuestionando desde hace ya algunos años: ¿qué significa la
navidad?, ¿por qué la noche buena se siente así de mal?.
Esta
Navidad me siento como la flor de noche buena, Cuetlaxóchitl que significa “flor que se marchita”.
Así
sin vida, así sin ganas. He perdido el color, la fiesta, la armonía y
sobretodo, la paz en mi corazón.
Siento
el frío de la navidad, siento la soledad de la navidad, siento la nostalgia de
la navidad, pero no siento el espíritu verdadero de la navidad. No hay algo
nuevo que nazca en mí hoy, más que esta interminable incertidumbre.
Finalmente,
en esta búsqueda interminable del espíritu y sentido navideño creo haber
encontrado que me quedo con el compartir y recordar historias, esas que uno cree
olvidar pero que en realidad no conocemos del todo y que nos hacen ser quien somos:
seres llenos de historias. Soy eso, coleccionista de anécdotas, atesoradora de
recuerdos.
Pero
como toda flor de nochebuena requiero cuidados de interior, una temperatura
ambiente, poca luz para seguir siendo vistosa. Poca agua para mantener la
frescura ornamental y sobretodo, con la forma de una estrella, entender que el
fuego viene de adentro.
Aunque
la nochebuena sólo florece en esta época, sus pétalos resistentes simbolizan la
pureza y la nueva vida. Tal y como las noches buenas, alcanzaré la madurez y
floreceré con nuevos bríos. Siempre
encendidos y festivos. Finalmente es una flor, y todas las flores marchitas
siembran sus semillas para ser nuevas plantas. Así estoy, madurando para
florecer. Así voy, escribiendo nuevas tradiciones, atesorando momentos y anécdotas…
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