Por Mireya Cerrillo.
No
culpemos a la distancia de nuestra impaciencia.
Ni
a la falta de amor, ni a nuestras temperamentales decisiones.
Culpemos
a tu falta de interés, ¡qué inclemencia!
A
Cupido y a sus malas intenciones.
No
culpemos a la falta de contacto.
No
culpemos al destino. ¡Qué ingenuidad!
El
amor es un crimen tan abstracto.
Culpemos
al destiempo y su calamidad.
No
culpemos a la lejanía, ¡qué barbaridad!
La
culpa es de tu música que me tiene hipnotizada.
Soy
incapaz de reaccionar, ¡por favor ten piedad!
Vivo
en una realidad idealizada, no me dejes despertar.
Mi
poesía tampoco tiene nada de inocente.
Presunto
culpable eres desde el día que a mi alma infringiste.
Criminal
con tu candidez fingida.
Malhechor
sin alma penitente ni afligida.
Confieso:
también soy culpable por quererte.
Por
desearte tanto y sentir lo que por ti siento.
Pero
inocente es mi agravio pues sólo quiero robarte un beso.
Soy
imparcial en este ultraje. Soy juez y parte.
En
mi defensa, tú me sonreíste primero.
¡Vaya
crimen mirarme con esos ojos perpetradores!
No
hay castigo suficiente a este suplicio.
¡Cómo
osaste poco a poco enamorarme!
¡Me
hablas, te callas, me buscas, me apartas!
Delincuente
eres porque siempre te alejas.
Culpable
por huir de mi amor sin tregua.
Prófugo
eres de mi alma que a ti se entrega.
Sinvergüenza
eres por condenarme así.
Qué
ofensa inquietarme para luego relegarme.
Mi
veredicto final será sólo para ti.
No
temas, no quiero dañarte.
El
juicio perseguirá tus fechorías:
Allanamiento
de morada,
y
hurto de esta alma enamorada.
Culpable
por actuar con alevosía.
Secuestrador
de mis sonrisas.
No
hay sanción a esa infracción.
Estafador
de esta insumisa.
Has
hecho de mi corazón una prisión.
La
sentencia aumenta por incendio intencional.
¡Vaya
delito sexual!
Como
tú, tampoco me arrepiento de nada.
No
hay agresión agravada.
Sospechoso
eres y presunto culpable.
Fugitivos
los dos de la misma condena.
Desear
lo imposible e implacable.
Marcada
llevamos de ausencia esta sentencia.
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