Por Mireya Cerrillo.
En
esos breves ratos en que intento no pensarte,
en
esos momentos en que todo me agobia.
Es
ahí cuando mi alma inicia un deslave
que
se traduce en llorar con tremenda fobia.
Lloro
para limpiar mi alma,
y
sanar mi pecho.
Llorar
con fuerza y en calma,
hasta
quedar en paz y satisfecho.
¡Shh!
Escucha este triste sollozo,
Es
un te quiero que se pierde en el viento.
Son
lágrimas que se quedan en el mar,
y
prometen llegarte para tus heridas sanar.
Después
postrada en mi lecho,
echo
de menos la intensidad de tus miradas:
luces
que en mi corazón con fervor estrecho,
que
no son mías y que pretendo robarlas.
Conjuguemos
un verbo:
Me
sufro, te sufro: nos sufro.
En
este profundo desespero,
¡cuánto
nos lamento!.
Algo
hay en este llanto,
que
me hace evocarte tanto.
Una
pena afligida,
que
dice te quiero más que a mi vida.
Llorando
esperanzada,
confío
aún en el destino.
Que
acorte esta distancia
para
saberte finalmente mío.
En
éste último suspiro
te
pido: ¡siénteme tuya!.
Abriga
en silencio mi respiro
y
deja que mi amor te fluya.
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