Por Mireya Cerrillo.
¡Cuánto tiempo te pedí a los cielos!
Jamás te busqué y sin embargo, te encontré.
¡Existes! Y ¡sigues así con tus juegos!
No imaginé que pudieras llegar a ser
todo esto que para mí eres.
Tu luz me invita a desaparecer
y me consume cuando de súbito muere.
En un suspiro lo supe:
Te apareciste inevitable en mi vida.
Tras mil silencios me negaste.
Tienes el sabor de una efímera alegría.
Tu afonía se volvió infinita,
espero que sepas de una vez lo que sientes.
Pues dentro de mí yo sé que me quieres.
Y aunque no pretendas, escucho tu breve sinfonía.
Pero insistes en callar y en dejárselo al tiempo,
y entonces te muestras indiferente.
Pero en un murmullo del viento
sabré que te mueres también por verme.
Sigamos esperando a que el universo confabule.
Mientras, te imploro recuerdes aquel primer momento:
Ese soplo en que te dije te quiero.
Y por favor, ¡ya no dejes que este amor deambule!.
Recuerda la conspiración de nuestras miradas,
y las misteriosas sonrisas dibujadas.
Recuerda que así empezó nuestro amor:
entre canciones y confesiones pactadas.
¡No te creí posible!
Seremos este breve instante.
Siempre distante, dijiste. Casi imposible, afirmaste.
Dos almas que se claman errantes.
Dos seres que sin amor se mueren.
¿Qué hago con lo que yo sí recuerdo?
¿Dónde pongo todo lo que siento?
Espero con paciencia y fe,
aunque tu corazón distante se niegue a dejarse querer.
No olvides que te quiero.
Y recuerda que impaciente espero rompas este
agonizante silencio.
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