¿Cuántas cosas esconde en su baúl la princesa que no a todos enseña?
Por Mireya Cerrillo.
Era una tarde de
Septiembre
días antes de
mi cumpleaños,
comencé a
recordar, no como siempre,
mis momentos
vividos, mis peores y mejores años.
Abrí mi corazón
y mi mente,
desempolvé el
baúl de mis recuerdos,
y dije: a ver
qué se siente,
recordar mis
logros, mis fracasos.
Las alegrías y
tristezas llegaron,
carcajadas y
llantos sonaron.
Mis padres y
hermanos me acompañaron
y juntos
recordamos mis primeros años.
Todos,
anécdotas me contaron
recordándome
siempre como una niña sonriente, inquieta y feliz,
de mis primeros
pasos y días de escuela me platicaron,
pero al notar
que el tiempo había pasado, más ya no pudieron seguir.
De mi: mis memorias eran otras.
Una niña con sus primeras nostalgias,
con una tristeza que no endendía
y que hoy son poesía y estrofas.
De la carreola:
al triciclo y bicicleta,
de los
crayones: a los colores y la tinta,
esta niña no se
puede estar quieta
porque ella
sola con colores que le den vida se pinta.
Crecí, viajé,
huí, me perdí y me reencontré.
Dentro y fuera
de mi país continuamente me busqué.
Si me gustó lo
que hallé, no lo sé.
Existir y
descubrir es un viaje constante para ser.
Ahora sé quién
soy, quizás, tal vez a eso regresé.
Pero es en la
ausencia y en la distancia, que todo tiene una mejor fragancia.
Aquí estoy.
Queriendo volar otra vez.
Recordando con
añoranza mis viejas andanzas.
El baúl rescaté.
De la memoria
avivé:
el sutil
suspiro de un adiós,
el inútil
intento de ser dos.
Cartas de amor:
mi mayor ilusión.
Cartas de
amistad: qué gran sabor.
Cartas de los
que ya no están: qué dolor.
Todas son cartas
que surgen del corazón.
Encontré
palabras de un pasado ilusionado
guardadas en
sobres de color.
Todo lo dicho y
lo jamás nombrado
permaneció escondido
con temor.
Confió en que
tendré tiempo de decírtelo.
Pero ya lo
sabes amor mío:
somos una broma
del destino,
un breve trino
lleno de brío.
Me dedico a
escribir aunque quizás no todos me lean.
Me dedico a
pensar sabiendo que esto que siento y soy, pocos lo entiendan.
Continúo
extrañando las cosas de fuera,
Y echo de
menos lo que ya no es y quizás sea..
Así es la vida,
así es el amor.
Un juego en el
que hay un perdedor.
Así es la tristeza, llena de dolor.
Así la alegría, algo que expreso como buen actor.
Cuántas memorias
de un pasado hecho añicos.
Cuántas evocaciones
de un presente en pedacitos.
Cuánto pegamento
escondido en los recovecos
en las heridas
de un futuro que aún no comprendo.
Por eso hay tanto que guardo
en mi baúl del tiempo.
El baúl sigue
acumulando mil cosas preciadas.
Se vacía con
cada historia que siento perdida.
Brilla cuando se
abre para enseñar sus secretos.
Se empolva
cuando se cierra guardando lamentos.
Es un cofre con
mis tesoros:
cartas, rosas y
fotos.
Es de madera,
papel y polvo.
Su llave de mi
corazón es el cerrojo.
Y así, a la
luz de una gran estrella,
cerré el
baúl de mis recuerdos,
dejando en
todos aquellos
la brillante estela
de todo lo que es y pretende ser ella.
Pues hay cosas
que sólo para mí guardo.
Otras que sólo
con unos cuantos comparto.
Algunas siguen
siendo un misterio.
Algo
íntimo y profundo: algo que no a todos muestro.