“Non andar via perché nel sogno
si ripete la magia. E se il cielo sarà senza stelle, brillerai per me solo tu.” ...“¡No te vayas porque en el sueño se repite la magia. Y si el cielo quedar sin estrellas
sólo tú brillarás para mí!”. Andrea Boccelli
Por Mireya Cerrillo.
Si fuera música sin duda alguna me
llenaría de los oscuros y dramáticos nocturnos de Chopin. Pediría morir
mientras suena el “Claire de lune” de
Debussy, preludio al descanso eterno, de textura triste que refleja las
impresiones de la luz de la luna que calma y mitiga. Que pasa de lo festivo a lo
depresivo, que busca contar algún secreto taciturno y nocturno. Que queda sin
decir nada, tan lleno de sentimiento y falto de palabras. Es sólo lágrimas.
O quizás buscaría ser la “Toccata y Fuga” de Bach, con su
profundidad, virtuosismo y perfección. Con su belleza artística quedaría
también inconclusa y entonces cada quien interpretaría una versión de mí: de lo que soy y pretendo ser, de mis vanidades y banalidaes, de mi falta de técnica, de mi sin duda
intensidad y destreza pura en las letras. Del arte de la huida sin duda hablarían.
Si la música finalmente es una alteración
de las notas que se vuelven sensibles, entonces tal vez buscaría ser un “Scherzo” de Beethoven, un largo jugueteo, de movimientos
humorísticos y entonces sonaría temeraria, rápida, alegre. Estirando los límites de la
forma y con un fondo que no a todos muestro. Un scherzo es una broma, un meneo libre. Así es como me siento: como
un sarcasmo, y así es como quisiera ser: independiente.
Oh…Si fuera música entonces pediría
ser de Paganini un Capricho: veloz, difícil, un solo. Con sus variaciones y
escalas, cambios y pizzicatos:
pellizcos que vibran, enloquecen y al sentirlos enmudecen.
Tal vez entonces sonaría tan
nostálgica como “El trino del Diablo”,
tan única y fuera de lo normal que posiblemente me considerarían poseída en una
trágica sonata que en un segundo cambia a lo allegro, affettuoso y moderato. Para terminar en el éxtasis de un
profundo y sereno adagio como mis más íntimos pensamientos.
Indudablemente sonaría a Schubert y
su serenata. Entristecida y a momentos llena de ira. ¡Oh, si fuera música! Sin
duda alguna me entregaría a la luna.
Si fuera un vals sería Strauss y su
Danubio azul: que poco a poco se enciende, que va llenando el alma y aunque
pudiera sonar afligida y desconsolada… hay alegría, hay vida, hay permiso para ser,
para bailar a un ritmo repetitivo pero distintivo.
Pero definitivamente si fuera
música, sería una aria. Azul como la luna y el río, azul como la melancolía.
Azul como Puccini y su plegaria que “Nessun
dorma” reclama, que nadie duerma pues busca a una princesa que es dueña de
su sueño, su delirio y mayor desvelo.
¡Mira a las estrellas le ruega! Llenas
de amor y esperanza, todo un misterio que se desvanece de noche para salir al
alba triunfante de amor a gritarle al mundo….
Hay polvo de estrellas, ha salido
el sol. No hay más pena.
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