viernes, 1 de junio de 2018

DIARIO DE UNA PRINCESA REBELDE (PARTE III)...


"El poder de las palabras puede resultar amargo y a la vez liberador." Markus Zusak

LADRONA DE LIBROS ó BIBLIOCLEPTOMANÍA
Por Mireya Cerrillo.

"Al cabo de un tiempo, la niña se convirtió en ladrona que robaba libros y regalaba palabras..." Con ellas escribía su historia: a veces triste, y otras hermosa, siempre buscando entender y aprender nuevos vocablos. 
Así era ella: con una divertida cabellera de rizos rebeldes, con lentes para cubrir esos  ojos soñadores de mirada triste y de toque intelectual, y con una amplia sonrisa que escondía sus más oscuros pensamientos. 
Estoy segura de que el primer libro que se guardó a escondidas en la mochila fue un pequeño diccionario de italiano. Un menudo ejemplar de unos 10 cms con el que aseguró que el tercer idioma que aprendería sería Italiano porque quería entender a las grandes óperas de Verdi y Puccini, transportarse a La Scala de Milán, o esconderse detrás de una máscara en Venecia, quería comprender a Dante, y sobretodo, ser tan fuerte como Oriana Fallaci y quizás, ser capaz de recitar como Benigni. 
Un diccionario le abrió las puertas a otra lengua y a otra cultura. Quién diría que años más tarde en una trattoria de Florencia encontraría su palabra italiana preferida: "la mangiatorina", pues en ella se encierra la ternura del uso del diminutivo, con ese tono cariñoso pero también tal vez de manera irónica pues mangiatorina por cierto, quiere decir: "la tragoncita". Nada más cercano a su realidad.
Susto que se llevó cuando aquella noche de pizza y vino, y después de haber pedido todos los postres de la carta: la cocinera salió interrogando a grito italiano: Chi é la mangiatorina? Con temor pero con certeza, levantó la mano con orgullo y exclamó: Io sono. (yo soy)
Austin Kleon en su libro sobre la creatividad y bajo el título: "Roba como un artista", da 10 básicos consejos para descubrir nuestro lado artístico.
Lejos del propósito del libro, el título es una expresión que invita a reflexionar sobre muchas cosas: La primera es aquella frase que dice: "una mente pobre, no roba libros", "robar libros no es robar", o "los libros son de quien los lee".
La Bibliocleptomanía lleva en tan complicada palabreja: la descarga adrenalínica del delito cometido, así como el halo romántico del hurto intelectual. Porque pensemos bien, ¿quién roba libros?. ¿Quién tiene el hambre insaciable de saber más que no puede esperar a ahorrar y simplemente en un descuido lo hace suyo?. Es el cómo, es el cuándo, es el qué, el dónde... No el por qué.
Ya que entre las páginas de esos libros "tomados" se esconde quizá el antídoto contra el olvido de amores turbulentos, la frase que te marcará de por vida, o el bálsamo del tiempo que dedicaremos a ellos para mitigar dolores de otros libros, otras historias y otros tiempos. Pues en los libros nos enamoramos de las palabras, de los personajes y de su alma que se fusiona con la nuestra, y es ahí donde nos encontramos a nosotros mismos, en el corazón de  los protagonistas que se vuelven parte de nuestra memoria.
Porque, ¿quién no ha hecho suyas palabras de amor de grandes poetas como Benedetti o Neruda, frases inmortales de Shakespeare o Cervantes, o identificado como su verdad, la mentira o ficción de un personaje?...
Roberto Bolaño, el gran bibliocleptómano del siglo explica que es un arte el robar libros. Dice que es algo así como un gremio donde se funden el arte y el crimen sin ningún otro castigo: que tener más libros que tiempo para leerlos. ¡Vaya condena!.
Dictaba una inscripción en las bibliotecas eclesiásticas de la Edad Media:
"Que el libro robado se transforme en serpiente y te devore"
Dudo mucho que sabiendo hoy que la serpiente significa renovación, tuviera pavor a la excomunión proveniente de devorar un libro.
Declara el bibliotecario: "Hay tantos tipos de ladrones de libros, como libros". Será que, ¿no es lo mismo robar un diccionario de italiano a los 10, que uno de catalán a los 20, o de francés a los 30? Cabe añadir, que en el ínter se hizo de un diccionario de neerlandés pretendiendo entender un amor tan errante y complicado como el idioma. 
Por cierto, su último asalto quizá haya sido hace unos años un chingonario, porque también hay que entender lo propio.
El propósito de tal delito lleva en la sentencia el reconocer que sabes menos, y que quieres saber más.
Dicta un autor argentino: "Cuando se roban libros, uno piensa y actúa, y de algún modo, uno lee y escribe".
Pero por favor, no juzguemos a la ladrona de libros, esa que no es amiga de quien pide prestado libros y  dolosamente no los devuelve. 
Y mientras ella se imagina recorriendo el Cementerio de los libros olvidados de Carlos Ruiz Zafón en medio del Born en Barcelona, para evitar que algún autor caiga en el infortunio del abandono, piensa que quizá en su próxima estafa deba adquirir: Manuale d'amore, porque quienes mejor que los italianos para entender sobre la pasión y  la dolce vita.
Después de todo, nuestra ladrona de libros "hurta" para saber, para aprender y enseñar... Pero especialmente, para negarse a la tristeza, para entregarse a un amor nuevo aunque se rehúse a uno verdadero, y para dulcificar con palabras el significado de todo. Porque leer es lo único que no le cuesta y que la puede contener en sus momentos de flaqueza. Así como robar es la adrenalina, leer es la tranquilidad y la paz deseada.


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