domingo, 18 de marzo de 2018

EL DIARIO DE UNA PRINCESA REBELDE... (PARTE I)


"A veces es la princesa quien mata al dragón y salva al príncipe".

CAPITULO I

Por Mireya Cerrillo.

Como todos los cuentos de fantasía que escondían cierta verdad, éste no será diferente… Y todos los cuentos empiezan así:
Hace muchos años existía un reino muy pequeño, del tamaño de una bola de cristal donde habitaba una princesa que usaba vestidos en tonos pastel y tenis en lugar de zapatillas, tenía los rizos más alborotados que su cabeza, y una inteligencia superior a la de cualquiera… Era traviesa, juguetona, sonriente, y le gustaba leer y jugar y cantar y bailar… eso sí, a su propio ritmo.
Nació rodeada de 3 caballeros: sus hermanos quienes la cuidaban y protegían a toda costa de cualquier posible daño y la llenaban de cariño, besos y abrazos… Su padre, el rey, siempre se la vivía viajando de reino en reino, ya fuera en su fuerte corcel o en los libros con los que aprendía y aprendía, y de tanto en tanto, le dejaba leer alguno a su pequeña hija.
Su madre, la reina se dedicaba a enseñar a leer, matemáticas y otras ciencias a los niños ávidos de saber del reino. Y cuando la princesa algo no entendía ella sin problema se lo explicaba.
Verán, yo soy una princesa y me llamo  Mireya, y no cambiaría mi nombre pues significa mi estrella, y siempre he pensado que es maravilloso saberse parte del firmamento, aun cuando ese universo se sienta a veces lejano y por ser descubierto…
Soy una princesa y de familia noble procedo, no se confundan. No es noble por su historia heráldica, sino por su nobleza de corazón. Tengo un hermano mayor que es inteligente y muy audaz, tanto que hace daño a sobremanera. Un hermano menor que es pasional y alegre, gran cómplice y amigo. Y Sir Henry, un entregado a proteger a la princesa heredera: Pues esa princesa representa: ” el grial de mi familia, la alegría de nuestro corazón, el orgullo de mis apellidos, la belleza de mis genes y sobre todo la heredera de todos nuestros corazones.” Así lo describía en el libro de familia.
Mi padre, como ya dije, es un rey viajero y guerrero que siempre busca batallas que ganar, más por su bravura ha perdido algunas también. Sin embargo, la vida no lo ha vencido aun, y mi madre, es la Reina que siempre enarbola la corona de la rectitud, la enseñanza y el respeto.
La princesa podía jugar, podía aprender, podía hacer y pedir lo que quisiera pues siempre se sentía y sabía protegida y cuidada… Sus hermanos eran como tres pares de ojos que la observaban y la celaban. Los brazos de su padre servían para defenderla y los abrazos y palabras de su madre para decirle siempre que se cuidara, que el reino podía ser a veces peligroso.
Un día, la traviesa Mireya, ya más entrada en su adolescencia publicó este anuncio:
Soy una niña que creció como una pequeña princesa...
Rodeada de súbditos y complaciendo a los reyes de mi pequeño palacio de cristal:
Jugué en los jardines llenos de flores y subí a la torre más alta de mi castillo.
Encerré a mis miedos en un calabozo y desaté el dragón que llevo dentro.
Escapé de mi mundo, tomé mi blanco corcel y huí….Lejos, llegué a otro reino.
Usaba armaduras para protegerme. Ya las cambié por un delicado vestido color rosa.
Hoy me siento princesa de cuento sin hadas… Y condenada a soñar:
Busco un caballero: con espada y armadura dorada.
Quiero un escudero que llegue con mil rosas hasta mi ventana.
Busco un príncipe azul o de cualquier color… en realidad de muchos colores:
Blanco: debe ser bondadoso, pero no inocente.
Naranja: que sea atractivo, siempre creativo.
Verde : que nunca pierda la esperanza, que sea fresco y estable
Amarillo: que sepa ver la alegría en todo, y me contagie energía.
Púrpura: no importa que no sea de la nobleza, me interesa más que sea ambicioso.
Rojo: ya que es imprescindible ser apasionado.
Azul: pues quiero que sea sincero, inteligente y leal .
Y de color negro; pues se precisa ser elegante y formal.
Busco un soberano de corazón compatible, que pelee las justas conmigo y algunas por mí.
Nada ocurre por casualidad; sí por causalidad. Y en un tiempo y en un lugar: te encontraré.
Serás de muchos matices, y pintarás mi vida de colores.

Recompensa: el corazón de esta princesa ilusionada.

Su padre pensó que no era momento de pensar en eso. Sus hermanos le dijeron que los príncipes no existían, que eran más bien sapos disfrazados y que había que tener cuidado. Y su madre, bueno…. Al leer tal anuncio tembló de miedo de que la princesa estuviera creciendo demasiado rápido.
El anuncio fue mandado a retirar por el mismísimo Rey, pues él le explicaba que él siempre sería su príncipe, y ella su princesa.
Más harta la princesa, un día decidió mirar al cielo y ahí se dio cuenta de lo que sucedía. Ella en realidad vivía en una bola de cristal mágica, pues estaba diseñada para protegerla.
El cielo escondía detrás de ese gran cristal al sol, la luna, la lluvia, la nieve… Tanto había leído la princesa que no se había dado cuenta de que nunca se mojaba en un charco, o salía a jugar con una nevada o un temporal o se quemaba con el sol o pedía un deseo a la luna…
Conforme fue creciendo, más se hartaba de la situación, sentía que se ahogaba, que no podía respirar y se sentía triste por querer huir de todos ellos.
Un día, cuando la princesa pasó la mayoría de edad, ocurrió una tormenta tan fuerte, con bolas de granizo tan grandes, que a la bola de cristal se le hizo una grieta… Ella entonces, se subió a su blanco córcel llamado Pegaso, tal y como aquel del Dios griego Zeus y corrió y corrió y corrió… dejando una simple nota: “Voy a conocer el mundo del otro lado del cristal, no se cuándo volveré”.
Así llegó al viejo continente… Y esto fue lo que pasó… Su personalidad cada vez se tornaba más triste y no sabía por qué. Si bien disfrutaba viajar y hacer amigos, algo faltaba… Verán:
“La princesa de mis cuentos es siempre la misma: alegre, divertida, asertiva, sonriente, amable, gentil… todo lo que se esperaría de una princesa de cuentos. Sin embargo, la dulce y tierna princesa no es rubia ni tiene largos cabellos, eso ya lo sabemos, pues al contrario, tiene su cabello corto, ondulado e indomable como su carácter. Y aunque le ha costado, se siente bien habitando su piel (la mayoría de las veces). Por supuesto que esta princesa también llora por el príncipe, pero a veces simplemente llora por llorar, sin saber exactamente por qué. Le pone nombre a sus nostalgias, escribe sobre ellas, y al igual que sus emociones, guarda sus pensamientos en un baúl bajo llave.
La princesa se educó en las mejores escuelas europeas. Estudió la carrera de la nobleza: humanidades y diplomacia. Es inteligente, le encanta perderse en los libros que cuentan historias de otros reinos, habla diferentes idiomas y es ante todo una romántica empedernida, soñadora, juguetona, tímida pero atrevida, ingenua y consentida.
Tiene como la realeza un poco de soberbia, es también altanera, preciosa, caprichosa, orgullosa y muy gastalona. Aunque enamoradiza, esta princesa no es como todas las princesas pues ella no está dispuesta a convertirse en esposa de nadie sin amor, o por mera tradición o presión del reino que habita. De hecho, más que un esposo, quiere un amigo cómplice y compañero de viajes y aventuras. Ni tampoco quiere vestir elegantes y largos vestidos con el cabello bien peinado, al menos que la ocasión lo amerite, sí le gusta presumir de sus únicas joyas. Ella prefiere su alborotada cabellera ondulada a usar una tiara, busca algo distinto, tiene un alto instinto de aventura, es fuerte, es valiente y es todo menos una damisela en peligro, no obstante, de tanto en tanto, precisa ser salvada…sobre todo de sí misma.
Si bien es muy generosa sólo piensa en lo que otros quieren de ella, y olvida frecuentemente lo que quiere para sí misma. En su momento, estuvo de acuerdo en volver a su palacio pensando que allí ella sería feliz, pero consciente de que nunca vería a quien creía sería su verdadero amor de nuevo, ahora quería que su aguerrida personalidad le permitiera tomar las riendas de su propio destino. Ella sólo desea conocer gente nueva, viajar a nuevos lugares y tomar sus propias decisiones. Querer a mil príncipes antes de decidirse por uno sólo. Ver otros reinos y culturas. Probar otras gastronomías. Vivir su creatividad al máximo.
Pero nuestra princesa vive constantemente en profundo sueño, su apetito cambia con las estaciones, es impulsiva, culta, directa, indecisa, con un temperamento explosivo, apasionada… ¡Uy!, ¡Cuántas cosas es esta princesa! Heredera de sueños y cumplidora de metas. Si bien nuestra princesa puede parecer normal, algo no va bien con su cabeza y sus estados de ánimo. Según los mejores alquimistas del reino está “trastornada”, y este es su reporte: pues es irritable, duerme tanto como noches pasa en profunda quimera, tiene manías que traduce en la creatividad de sus poesías, y su ansiedad es respuesta a su constante necesidad de huida. Se llena de melancolía y desesperanza, como de ánimo y ganas por comerse el mundo. Y aunque su locura no tiene remedio, la solución está en ella. No olvidemos que eso es lo que la hace auténtica y única. Nuestra princesa padece un mix de algo llamado trastorno bipolar ("Mal humor", depresión crónica). Es una “locuela” reconocida pues su “mal” finalmente tiene nombre. Pero sepan algo, la princesa está tranquila pues comparte su "desorden" con otras princesas como Lady Di y Audrey Hepburn, actrices como Catherine Zeta Jones, Carrie Fisher o Marilyn Monroe, con otros escritores y poetas como Edgar Allan Poe, Virginia Woolf, Emily Dickinson, Charles Dickens, Hemingway y Herman Hesse, artistas como Vincent Van Gogh, Sinatra o Beethoven, científicos como Newton o líderes como Lincoln, Roosevelt, y Churchill. ¡Con cuántos grandes comparte su genialidad y locura!. La princesa es feliz y está triste. Es guerrera y por eso está en constante batalla: con el mundo y consigo misma. Tiene sus afanes y apatías. Sus melancolías y alegrías. Tiene sus miedos y  valentías. Tiene sueños y no duerme. La princesa de mis cuentos por si no lo sabían, soy yo: Mireya”… (continuará).

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