martes, 6 de marzo de 2018

Indignada...

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"Os deseo a todos, a cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de indignación”.  Stéphane Hessel


Por Mireya Cerrillo.


Mi nombre es Gloria Mireya Cerrillo Romero, soy mujer, soy mexicana y estoy indignada.
Quiero ser capaz de expresar con estas letras, todas aquellas cosas que me indignan. Pues no son pocas y no sé si vendrán en orden de importancia, pero sí con la constancia que han vivido en mi cabeza.
Para empezar: me indigna la indiferencia, la apatía y la indolencia. El “mexicano” en general que le pone el pie al otro para avanzar, y si así lo hiciera, es motivo de crítica sin circunstancia y sin clemencia.
Me enoja que de tantos que somos, no sumemos UNO que me dignifique en la política, pero luego reflexiono, y aunque me sé diferente, la multitud que por un pan se vende, me nulifica. Y cuando sumamos es en un apoyo que después se nos olvida pues ya pasó de moda y la ayuda parece concluida.
Me enfada que me llamen loca porque pienso de manera divergente, porque expreso lo que siento tal y como lo veo porque me considero disidente. Y pareciera, que la diversidad está castigada en cualquiera de sus expresiones y a esa ignorancia quisiera saber hacerle frente.
Diversidad sexual opresa, feminismo criticado, feminicidios justificados, equidad de género cuestionada y los abortos vetados. Estas son algunas cosas que apestan y nos apresan. 
Me encoleriza la guerra, el infanticidio y la injusticia hacia la tierra, la gente que actúa con malicia, pericia y codicia. El maltrato a otro ser humano o a un animal con más humanidad aunque no lo parezca.
Me exaspera la mediocridad y el conformismo, la corrupción que aprendí desde pequeña y parece mezclarse para usarte y que de ella siempre seas parte. No parece tener escape. Cinismo, machismo, más de lo mismo.
Me enfurece la manipulación de la religión, la política o la tele… porque su mentalidad es troglodita y sin embargo, al ser pensante vuelve un pelele. Un títere del oscurantismo que ni tras tremolarse con un sismo, fácilmente vuelve al egoísmo y al confortante absentismo.
Me irrita que en este mundo de la inmediatez, se quieran construir muros en lugar de puentes, pues el llamado líder mundial en su pendejez es incapaz de dirigir de manera congruente. Está en contra de los izquierdos, y sobre todo de los derechos: esos que pertenecen a los migrantes, a los soñadores, a las mujeres, a la libertad de expresión, a los sin papeles y a los sin techo.
Me violentan las mentiras en el amor, en la escuela o en el gobierno. La deshonestidad parece que se premia, porque el sexo, los votos y los dieces apremian.
Me da rabia sentirme tan pequeña, sin conocer aún mi razón de ser en este mundo… pues eso me han vendido, que si no tengo un motivo, no valgo nada para esta raza que me niega oportunidades con un NO rotundo y continuo.
¡Qué más da estar preparada! Si a cada rato escucho estar “demasiado calificada”, y sin embargo debo constantemente a la sociedad probarlo: Que yo valgo, que yo lo merezco, que yo sé hacer esto.
Estas son algunas cosas que me indignan, el resto seguirá siendo secreto.
Y me preguntan si estoy triste al escribir esto, cuando la verdad es que estoy muy enfadada y cansada de escuchar decir al resto simplemente: “Me dueles México”, pero como sociedad no hacemos nada.
Esta indignación no es para sanar el alma, ni para darles una palmadita en la espalda o un emoticón sonriente para decir: tranquilos, aquí no pasa nada.
La indignación es para despertar consciencias, y con suerte, una movilización sin renuencia y con potencia.  
No se de qué tipo, no tengo aún la respuesta. Quisiera saberla y ponerla en práctica… más lo único que me queda es ser Yo cada día en mi mejor versión, y por amor a mi país, hacer de mi profesión un semillero de ideas e ideales, de personas críticas y pensantes que cambien de actitud y se vuelvan brutales, menos neutrales y con suerte más vivaces.
Me enoja que me digan: que no me enoje… Estoy de acuerdo: hay que dar lo mejor de sí, pero nunca está de más indignarse.
Sé que hay muchos que hacemos excelente a México, que constantemente ponemos su nombre en alto, y en ellos hay que inspirarnos así tengamos que caer, hay que volver a intentarlo. Una y otra vez. “Somos más los buenos”, eso lo tengo claro.
Es mi derecho expresar lo que pienso, tal y como me viene al cerebro… sin omisión ni consuelo. Pero si conforto es lo que buscan: yo les diría, ¡Vamos México!, este país es nuestro, no de quienes nos gobiernan, sino de quienes actúan cuando se consternan.
No se trata de partidos, sino de los colores de nuestra bandera. ¡No más violencia! exclamamos. Verde esperanza, rojo pasión y blanco la paz que tanto anhelamos.
La historia de nuestro país está llena de gloria y victorias, y también de aprendizaje para evitar nuevas derrotas. Y a todos aquellos que se sienten silenciados, aislados y discriminados, yo les digo: Vamos a unirnos de nuevo mano a mano, sin necesidad de que la Tierra nos despierte, sino que nuestra humanidad se demuestre cada día, todos los días del año.
 Así me gustas México: fuerte y valiente. Artista y cantante. Brillante y picante.
Porqué, ¿Qué nos define a los mexicanos? una sonrisa y un corazón ardiente: que sabe dar, que sabe amar y se entrega totalmente.

Ahí no hay secretos. Esa es la fórmula vibrante que vive en ti y en mí para hacer de este país, eso que tú y yo queremos y merecemos.  Y que con orgullo de tanto en tanto nos hace decir con ánimo: “Porque soy mexicano”, y nada de esto es en vano.


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