martes, 22 de abril de 2014

Llueve...

"Plou i fa sol...i les bruixes porten dol"
("Llueve y hace sol...y las brujas traen dolor")
Canción popular catalana.

Por Mireya Cerrillo.

Despierta e incluso en sueños estoy exhausta. Despierto ahogada en el aguacero de mis propias fantasías y utopías.
Vivo sin sentirme realmente viva. Ya lo decía Shakespeare “El infierno está vacío pues todos los demonios están aquí”.
Mis demonios y yo convivimos día a día, a veces como amigos y otros como un par de desconocidos. Cotidianos y condenados a coexistir, a reír al mismo tiempo que sufrir.
Se dice que se puede sobrevivir a casi todo, menos obviamente a la misma vida, o a las ganas de no sentirla. Morir es inevitable. La vida no.
Decir locura suena muy literario, “pues de músico, poeta y loco, dicen que todos tenemos un poco”. La verdad es que la locura es quizás un poco interesante: la rutina, eso sí que mata. Así tan vacía de vida y tan llena de ausencia, es tan fastidiosa que a veces es una delicia.
Leí que la locura es la incapacidad de comunicar tus ideas, pero en mi caso, mi furor y arrebato, eso que me da tranquilidad y parsimonia radica en expresar todas las letras y palabras que dan vueltas en mi cabeza. ¿Cómo callar el bullicio? ¿Cómo escuchar las afonías? ¿Cómo darle su lugar a cada símbolo y figura sin que ninguna se quede sin ser escrita?
Todo es químico dicen: falta de serotonina, endorfina, dopamina… cosas que no me dominan. Tristeza indisoluble y apatía. Yo lo llamo ruina cansina, llantina y mezquina. Aun así que deleite.
Mi cuestión es constante: ¿Quién es más valiente, aquél que decide cuándo, cómo y dónde morir? O ¿aquél que se aferra a la vida a pesar de su propia agonía?...
Llorar, mostrar los sentimientos que tanto tiempo traté de ocultar tras una aparente sonrisa, mas mis emociones siempre han estado ahí, pero mis nubes aunque negras, no producen lluvia. Un falso sol las oculta. Ya lo dice el refrán catalán:  "Cuando Dios quiere, sin nubes llueve." (“Quan Déu vol, sense núvols plou.”)
Sin duda alguna, prefiero la lluvia, así gris, triste y oscura, pues aunque busque la luz en mis días, la inclemencia y la demencia en mi alma son un diluvio, una tormenta sin tregua. Un temporal permanente.
El dolor ya no importa, ya no se siente. Además, parece no tener propósito. ¿Cuál es la diferencia? Intentar cansa, sanar fastidia, la falta de ganas es la que gana sin falta.
La peor y mejor parte de mí es en realidad todo esto que soy: esta manía, y ésta firme morriña. Con sentido y sin significado. Hay dolor, pena, tristeza y nostalgia… palabras que invitan al desconsuelo y goce de otra poesía. Pues a pesar del gusto de la congoja, no hay mayor deleite que la ausencia de alegría. Sigo pensando que la única solución a la vida es la muerte. Y también estoy segura que no hay mejor lección de vida que la muerte.
No hay perspectiva para la propia angustia. Mucho menos comprensión en el desasosiego ajeno.
Extrañar, añorar, echar en falta…eso es lo que me pasa. Siempre evoco gente, lugares, cosas, banalidades y vanidades que me dan fugaz alegría.
Preciso aquello que sucede cuando el cerebro se apaga y el corazón se enciende: amor lo llaman. Eso sí que es una verdadera locura, pues si sientes todo intensamente llega un momento en que nada sientes.
Les diré algo que aprendí, no estoy enferma, ni de amor ni de locura, esto es lo que soy, una alegre desventura. Cuando llueve a pesar del sol. Así es como impacta la depresión meteorológica, sin razón, simplemente despiertas un día temiendo lo que haz de vivir. Anhelando lo que brevemente haz de resistir.
Pues aunque “Llueve poco pero para lo poco que llueve, llueve bastante.” (“ Plou poc però per a lo poc que plou, plou prou"). 
Ya sea cantando o berreando bajo la lluvia, es la inundación que me irradia de vida la misma que me ahoga en mi propia melancolía.



No hay comentarios: