martes, 24 de diciembre de 2013

Noche buena...

Cuetlaxóchitl  “flor que se marchita”.
Por Mireya Cerrillo.

¿Qué tiene de buena esta noche? ¿Qué la hace tan especial y diferente de las demás?
Pienso y recuerdo sobre las noches buenas y navidades de antaño, cuando las cosas tenían otro sentido y se respiraba otro aire festivo.
¿Cómo olvidar el preludio a la navidad con las posadas mexicanas? Con el color de una piñata, el calor del ponche. Las luces, las velas, los cantos… ¡cuánta fiesta en esas tradiciones!.
La corona, los villancicos, el árbol, los regalos, el pesebre, las luces, el tió de Nadal, Santa Claus, los duendes… Costumbres de aquí, de allá, de todas partes.
Pienso en cuando las navidades solían ser diferentes, cuando la cena venía en una cubeta del KFC,  cuando sólo éramos 5, cuando en la sencillez de la fecha se guardaba la grandeza de cada uno de nosotros… ¿Qué paso? El tiempo. Nos hicimos mayores, nos volvimos ambiciosos, crecimos, y todo fue cambiando.
Estas navidades no hubo posadas, no hubo cantos, no hubo fiesta, ni piñata, ni luces. Estas navidades se llenaron de incredulidad, de añoranza, de reclamos, de cosas para intentar llenar los vacíos.
Era mejor cuando no entendía, cuando no intentaba entender. Era mejor cuando veía con los ojos de la incredulidad y cuando realmente me sentía amada por todos. Y no es que no me amen, simplemente es que lo siento diferente. El amor no tiene explicación de cualquier forma. Era mejor cuando escuchaba con oídos de ilusión y fantasía, de imaginar pisadas, y risas. Cuando la navidad tenía un olor de hogar y no un aroma desconocido de familia sin igual. Cuando al tacto, todo se sentía diferente.
Quizás la fe me la devuelva el tiempo. Quizás el tiempo me quite lo Scrooge y lo Grinch. Quizás lo Grinch me haga sobrevivir estas fechas….Quizás estas fechas sólo sean eso: fechas. Quizás el secreto esté en mirar hacia dentro, en esperar menos, en dar más, en ser yo finalmente, en volver al inicio. ¿Dónde está el inicio?.
Quisiera que las cosas fueran diferentes. Tal vez como antes. O serán mejor aun cuando yo sea la responsable de la navidad de otros. No lo sé. Siempre queremos lo que no tenemos y nos olvidamos de valorar lo que está en nosotros. Pero es que hoy no me reconozco, no veo la luz de la navidad en mí.
Sigo pensando y me sigo cuestionando desde hace ya algunos años: ¿qué significa la navidad?, ¿por qué la noche buena se siente así de mal?.
Esta Navidad me siento como la flor de noche buena, Cuetlaxóchitl que significa “flor que se marchita”.
Así sin vida, así sin ganas. He perdido el color, la fiesta, la armonía y sobretodo, la paz en mi corazón.
Siento el frío de la navidad, siento la soledad de la navidad, siento la nostalgia de la navidad, pero no siento el espíritu verdadero de la navidad. No hay algo nuevo que nazca en mí hoy, más que esta interminable incertidumbre.
Finalmente, en esta búsqueda interminable del espíritu y sentido navideño creo haber encontrado que me quedo con el compartir y recordar historias, esas que uno cree olvidar pero que en realidad no conocemos del todo y que nos hacen ser quien somos: seres llenos de historias. Soy eso, coleccionista de anécdotas, atesoradora de recuerdos.
Pero como toda flor de nochebuena requiero cuidados de interior, una temperatura ambiente, poca luz para seguir siendo vistosa. Poca agua para mantener la frescura ornamental y sobretodo, con la forma de una estrella, entender que el fuego viene de adentro.
Aunque la nochebuena sólo florece en esta época, sus pétalos resistentes simbolizan la pureza y la nueva vida. Tal y como las noches buenas, alcanzaré la madurez y floreceré con nuevos bríos.  Siempre encendidos y festivos. Finalmente es una flor, y todas las flores marchitas siembran sus semillas para ser nuevas plantas. Así estoy, madurando para florecer. Así voy, escribiendo nuevas tradiciones, atesorando momentos y anécdotas…


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